«Pigaz» (Acuarela, 1998) llega un año después de «Zuna» (Acuarela, 1997), y con las ideas algo más claras. Irrumpe el asturiano en cuatro temas tradicionales rescatados del folclore, lógicamente todos cantados -para mayor contraste con su predecesor-, y la voz de Mónica Vacas comienza a gozar de una jerarquía que sólo cederá en «Fai» (Acuarela, 1999) de forma transitoria.
Aunque el atrevimiento fue hasta desconcertante, y canciones mucho más hechas como «El que tana puerta» o «Duérmete neñu duerme» confirmaban un salto cualitativo, parece que seguía existiendo una urgencia por trascender el envoltorio puramente trip-hop. La siguiente parada y también la puesta de largo del grupo, «Fai», sería un rodeo necesario, trasladando todo el énfasis a la forma; lo más reseñable es que, aunque tímido, el primer paso hacia el folk ya se había dado.