En este, su hasta la fecha último trabajo, Albertucho ha optado por renovarse o morir. Su fichaje por El Volcán trae consigo un cambio no tan radical como sorprendente. Además, él -siempre tan cercano y sincero- confiesa haber madurado desde los inicios de su carrera. Si al principio sus influencias se movían más dentro del panorama rock nacional, estos últimos años ha sabido canalizar lo mejor de artistas internacionales, y reconoce, muy satisfecho de sí mismo, que ahora siente admiración por gente como Bob Dylan, Lou Reed, Tom Waits, o incluso Albert Pla, antes impensable.
Ese ansia por hacer algo «más guiri» -tal y como él mismo confiesa- le llevó a poner la producción en manos de Juan de Dios, que le ha ayudado a aprender de nuevos sonidos: así, detectamos retazos algo de blues e incluso country. Digamos que ha cambiado la riñonera por el bombín. Además de verdad.
Como ya hizo anteriormente, vuelve a rodearse de amigos para meterse en el estudio: Ricardo Moreno de Los Ronaldos o incluso Xoel López –Deluxe– intentan ayudarle a sacar adelante un álbum más discreto, más suave, con momentos muy personales en los que puede llegar a vislumbrarse una auténtica banda de jazz, aunque con momentos menos destacables en los que temas como «Hoy llueve» (con armónica incluida), «Dentadura de algodón» o «Niña» pueden llegan a hacer confundir el progreso del sevillano con torpes tropiezos.
«Palabras del capitán cobarde» es el tema elegido para abrir un disco sorprendente. Se denota un Albertucho mucho más pulido musicalmente, aunque lo cierto es que el álbum no parece perseguir un sonido muy lineal. También de ese modo, la calidad de los temas fluctúan bastante.
Es de agradecer que no haya dejado de lado su lado canalla / bohemio, aunque quede camuflado por un sonido más ligero, cuidado e intimista que pese a reflejar una evolución en su carrera le aleja de la frescura que tan bien transmitía en sus inicios.
Diego El Ratón canta con él en «El cuento del que no limpia el fregadero«, que es eso, otra historia típica de Los Delinqüentes hecha canción a base de buen rollito y sencillez. Del estilo, «La primavera«, una canción dedicada a su ciudad, al sol y a la primavera, con versos granujas: «Tengo claro que siendo estafador alguien desde el cielo me regala primaveras«.
Un detallito a su madre en «Purita Dinamita«, el tema más corto -no llega al minuto y medio- pero quizás también el más personal. Aquí se hace patente el dominio poético que a veces olvida, regalando versos tan sinceros como íntimos. Un agradecimiento hecho canción: «la flor de tu alegría en mi sangre al nacer«.
«Después«, que cuenta con la voz femenina que echábamos de menos desde su ópera prima, es uno de los mejores temas de la mano de «Enganchado«. Además, resulta de los pocos temas que, si uno cerrara los ojos, lograría atribuir al sevillano. El bonus track que incluye una versión mucho más delicada y acertada de «Ojos de ceniza«, es una de las grandes joyas escondidas de este álbum. Un Albertucho sorprendente, inédito, que juega con un tema jazzístico que consigue ganarse y hacerlo propio, con acento gracias a la colaboración de Alejandro Pelayo de Marlango. Así, se cierra un álbum que no está hecho para una ligera escucha. El disfrute de algunas de sus joyitas -por otro lado, menos presentes que en su debut- merece hacerse con tiempo. Y delicadeza.