Existe un sector de la crítica de este país que se obsesiona con ser una especie de predictor ansioso de las nuevas incursiones de creadores (y como no, sin haber escuchado más que el primer single) que con más o menos expansividad acariciaron las mieles de la herida y el reconocimiento. Y ahora, tras el baño de multitudes y las genuflexiones y un porcentaje in crescendo de radiación, vuelven a asomar el hocico para seguir camino al sur a través de su expresión. Es un momento difícil, muy complicado, porque por una parte deseas mantener esos porcentajes de público y por otro sabes que para esto no hay fórmulas precisas sino seguir avanzando, o más concretamente la autoexigencia.
Ante esta disyuntiva de cómo pasada la euforia un muy buen trabajo puede volverse contra ti, cosa que ocurre muy a menudo, suele haber tres vías: una, la menos recomendable que es la de seguir escalfando la gallina de los huevos de oro. Esta opción, que es mayoritaria dada su mayor fiabilidad en cuanto a réditos económicos, viene a ser un más de lo mismo. El problema es que a la larga afecta al prestigio y ya en el siguiente se nota un notable descenso, excepto, claro está, becadas y/o untadas excepciones; la segunda, se caracteriza por un impass, un paréntesis, una especie de voy a salir con «un altra cosa» que funciona o no de manera contingente; y por último, seguir mirando hacia adelante en una carrera estelar que seguía dibujándose incluso cuando el creador estaba registrando su disco mirabilis. Y claro está, esta ha sido la opción tomada por Carabén y sus compañeros de viaje.
Los resultados, aunque en este caso hayan superado con mucho las expectativas, podrían no haber sido tan halagüeños y haber supuesto un revés. No olvidemos que alguno de los fans habituales se han quedado muy contrariados con esta ecuación sonora, y no han acabado de digerir el nuevo giro. Bueno sin más ambages diré que este es el disco más espiritual de los Mishima. ¿Soul? Desde luego en cuanto a concepto o temática, que no musicalmente. Ni conforma el trabajo más lírico-poético, ni una continuación del «Set Tota la Vida» (Sinnamon, 2007), ni siquiera una culminación de una etapa. Y no por nada, sino porque ¿cómo podemos saberlo si aún no hemos visto el siguiente paso? Sí que hay culmen de esa síntesis, apremio, rotundidad, que obsesionaba a David en anteriores corridas. De hecho, en este disco se emulsiona perfectamente el gusto por la concisión que acaba poseyendo prácticamente todos los cortes (ninguno dura más de tres minutos y medio).
La temática espiritual, la fe, lo intangible, la filosofía del día contra día impregna, humedece todo el disco salvo algunas excepciones. Quizá por la etapa que vive el alquimista de Mishima se ha hecho más que nunca esas preguntas infinitas, sobretodo en sus propias palabras por la paternidad y preparar aquello que le diría a su hija cuando le inquiriese por esos temas tan cíclicos; pero esto se traduce en una paleta de muchas variables que se preguntan entre ellas y que el oyente interpreta segun su aspirina, muy en el estilo de Carabén.
Por último, la matemática, la precisión, l’ordre, es la auténtica religión de este disco donde todo está muy medido -que no programado-: el sonido es límpisimo, cristalino y cuando suena rugoso, sucio es muy conscientemente (como en «Una part de tu»).
Es evidente que Paco Loco ha dejado una huella aquí indeleble de su precisión, pero por una orientación motivada por el grupo. Un disco de verdad a descubrir, para consumir rápido, en estado de trance velocirraptor y con muy poco que reprochar, duro, preciosista y exacto, sin duda el disco más pensado y estructurado de todos los del grupo.
Nos abrimos paso con la mastodóntica «Tot torna a començar», un temazo que no sé si es un homenaje al señor Phil Spector, pero del cual estaría orgulloso y más desde su jail. Qué guitarras y sobretodo, qué gran trabajo el del Ilmo Oscar D’Aniello y aún más del ya incorporado Alfons Serra. Canción clave donde «puede que comiences a sospechar» y «todo el mundo sabe que la sospecha es el primer disfraz de la fe (…) puede que tu nunca hayas tenido un amigo imaginario», dejan claro esa búsqueda de respuestas: padre, amigo, ángel… todo con un ritmo demasiado endiablado como para que espiritualmente lo conectemos con esas dudas. Muy pero que muy disfrutable… ¡qué metralla! Creo que las religiones de este país deberían dejarse de greguería e incorporar este tremendo corte a su repetorio, eso si quieren sobrevivir y no abrazar la demencia en que parecen estar instalados desde Pedro.
Pero qué bonica que es esta «Una cara bonica», un cántico dulce, preciosista, delicado que se toma sus tiempos, que pincela sereno esa percepción tan religiosa y tierna de la belleza. Es curioso, sonoramente es más espiritual que el anterior aunque no lo parece por el tema que para los no iniciados será romántico, pero los naúfragos ya sabemos que el platonismo es pura literatura. Otra vez la batería lo borda, lo acompasa como si se tratará de un bebe, los teclados se arraigan, se envuelven, abren paso a los maravillosos coros y la habitualla variopinta de la percusión está de gourmet.
«Deixam creure», tema aún por descubrir, que aún no ha tenido tanta embestida como el primero o el penúltimo, es simplemente movimiento, hippismo, más soul. Otro salmo revestido de apasionamiento y voces celestiales (muy cerca, como no, de los chicos de California y sus sonidos de mascotas; ¿¡es eso del instrumental un theremin!?). Sin palabras, poesía sonora -que no lírica- (en la crítica no hay mucho poeta) pero que nadie podría haber tratado con más incisión y acierto que el señor Carabén. Textos que parecen no decir nada complejo y cuyos ecos lo están diciendo todo.
¿Pixies? ¿Primal Scream? Yo diría que «Una part de tu», que abre otro color, otra rugosidad, me recuerda más a The Velvet Underground y a ese delirio de «Sister ray», salvando mucho las distancias, o quizá es que soy más carca. Un tema muy interesante cuya idea se puede apreciar más en los directos, que empieza como una especie de distorsión-caos sonoro total para desembocar en esa dureza, repetición, casi complusión obsesiva, con esa pérdida parcial de algo muy tuyo; algo que te completaba, algo a lo que renuncias, quizá porque te estaba hundiendo como esta música que recuerda mucho al garage rock, al underground con un ritmo agónico, asfixiante.
Un blues y american way es lo que asalta «L’olor de la nit», que nos adentra en los focos y las piruetas, sábado a la noche, la velocidad y las pócimas. Historias inventadas o adoptadas, todo sirve mientras «bailamos entre cielo e infierno» pero «¿follamos?» Muy cierto, la espiritualidad puede trastabillarnos, desperezarnos, sacudirnos pero el sexo será el medium, el sexo será la fórmula, el lenguaje secreto, el bautizo, la confirmación de la vida. Un tema muy jazzy y coolie, donde la música es muy potente, con ese toque tan liberado, tan cowboy.
Corretea «Com abans» con ese ritmo tan divertido pachín pachán, con una descripción tan sucinta como evocadora de aquellos años densos y capaces de tantos todos, tantos, que se esfumaron antes de que nos diésemos cuenta de que había que elegir cuál; así pues, nostalgia bien aderezada, bien expresada. Muy bueno el solo de teclados en la parte instrumental, una vista nebulosa a enganches y pisos sin ascensores. Algunos aún se quedaron esperando esas palomas.
Como desde una poza profunda surte esta ruda oración de «Tornaràs a tremolar», esta bitácora de asimilaciones y ecos que hacen nuestros años circulares, repetidos, agotados de amaneceres y promesas; hay contundencia, se cabalga, se chuta y se viaja con ritmo machacón y permutado con ansiedad: «Si no hay nada eterno / ni la resaca de día / ni la botella de noche / las sonrisas forzadas / los sollozos fingidos / son como palabras en el viento / malentendidos pasados / que arreglarás quien sabe cuándo / volverás a sentir / volverás a llorar / volverás a beber / volverás a vivir / volverás a temblar».
Aunque en algunas entrevistas David se muestre ilusionado con este vals, un ritmo 3×4, creo sinceramente que «En arribar la tardor» rompe la maravillosa y visceral mecha que aumentaba y crecía y quemaba. No digo ni mucho menos que sea un mal tema. La historia es conmovedora, ácida, opuesta, muy real, y la música está en su sitio. Pero no pega. Estoy convencido de que mucha gente pasa a la siguiente cuando oye las primeras notas, ya que casi, casi que pasando nos encontramos con un diamante en bruto, un medio tiempo delicioso muy en la sensibilidad del Mozart del pop. «Guspira, estel o carícia» me tuvo enganchado y ahí estaba yo requeterepitiendo la escucha de una canción de 1’46» como un poseso. Otra vez la fe, otra vez la belleza, una oda muy potente y lírica a la creación, a la magia, a todo aquello intangible que nos mantiene como algo más que corporeo en una multitud; algo que nos trasciende y nos recupera… perfecta sin nada más humano y menos sencillo que eso, una chispa, una estrella, una caricia.
Somnoliento, solitario y herido retomamos aire y enseñanzas, echamos un trago en el recodo y reflexionamos sobre «Ordre i aventura», frágil al principio, rascando cuerdas, voz acristalada, una sola frase es suficiente para ser eso de «un camino de plata sobre la mar oscura» que susurra Caraben: «y que toda medida tiene que ser extraña a su poder» ¡Qué gran verdad! Lumbre poética-musical sin apenas caída o sobresalto. La parte instrumental incluye gráciles jugueteos, pequeños destellos de pinceladas ajenas y un silencio que va acaparando su voz hasta desaparecer sin apenas haber existido.
Un muy buen trabajo, y un nuevo sendero que va apoderándose de otras creaciones precendentes, abduciéndola en este nuevo código de barras en una suerte de puzzle completo que es posible devenga en otros viajes, en otras sensibilidades aunque todavía es pronto. Mishima son un grupo digno del mayor reconicimiento y del absoluto respeto con una carrera que deja cicatrices auditivas muy difíciles de borrar y pasajes de gran sensibilidad, que te enajenan y catapultan con los primeros compases. Pocos grupos pueden ofrecer tanta calidad y piel en tan solo cinco trabajos tan bien pertrechados. Si tienen dudas, acudan a alguno de sus conciertos.