Será porque brilla demasiado. Será quizá, porque la luz puede ser también motivo de confusión, ilusiones falsas, cegueras que no llevan hasta la otra orilla. Sea por lo que sea, Portonovo lo avisa en su debut, “No es Bueno Mirar al Sol”. Título del EP con el que los madrileños debutaban en Jabalina y ante el público, después de la grabación de una maqueta, “Ato, Bajo, Frágil” (2001) que contaría con cierto apoyo de La Buena Vida.
Podríamos englobarlos entre aquellos grupos noventeros que la resaca del Donosti Sound arrastraba; también cierto recuerdo al pop de “la trascendencia de lo nimio” de grupos como Nosoträsh. Pop lento y tranquilo para hablar de grandes acontecimientos, sirviéndose de objetos y situaciones más próximas, sencillas, que nos permitan mirarlo todo con una distancia “de seguridad” que evita dramatismos.
Temas leves, cuya ausencia de ornamentación y grandilocuencia les hace poder levitar en torno a quien escucha. Un bonito debut que tiene su máxima expresión en “Blimea”, cuyo título fue escogido, podría decirse, casi con el viejo juego de girar el globo y señalar al azar con el dedo. El tema, dulce, de sonidos ingenuos, es con “Paréntesis”, la parte inédita del disco, que se completa con “No es bueno mirar al sol” y “Nova”, presentes en la maqueta.
Haciendo equilibrios entre lo parco y lo cursi, el juego de voces es uno de los claros puntos fuertes de unas canciones que a pesar de no ser en su totalidad propiamente tristes, dejan un claro sabor taciturno. Textos que actualizan una vez más las eternas idas y venidas en torno al amor y las relaciones de pareja. Discurso de historias contemporáneas asentadas en la simpleza de la realidad («te quiero por cada palabra, te quiero por cada sonrisa, te quiero un poco cuando lloras y te quiero bastante cuando dices tonterías«), construyen un álbum que merece acaparar la atención.