Pepe Domingo Castaño cambia de sello, de continente y hasta de nombre en la carátula; sin embargo, sigue practicando su monotema de cantarle a unas adolescentes a las que mayormente traía al pairo. Una balada ni mejor ni peor que un millar más de las que se oían en aquella década de los 70. Por fin parece decidido a cantar y no a ese recitativo semicantado al que nos tenía acostumbrados y es evidente que su dominio vocal ha ganado algunos enteros, pero su ética y su estética siguen escribiendo con hilos de plomo en las estrías de vinilo.
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