Chiquita y Chatarra, Amelia y Patricia, dan la cara en su tercer LP. No es que la hayan escondido antes, pero si bien para sus dos trabajos anteriores habían optado por diseños gráficos y dibujos a la hora de confeccionar las portadas, en este caso se han dejado fotografiar por Helena Exquis.
Aunque no miran las dos de frente, le vienen a uno a la mente portadas similares como las del dúo francés Air, «Talkie Walkie» (Virgin, 2004) o de El Último de la Fila, «Como la Cabeza al Sombrero» (PDI, 1988). Ellas sin embargo dicen haber buscado una imagen similar a la de los discos de bares de carretera. Para la decisión final influyó la sugerencia de Pablo responsable de Discos Humeantes y lo contentas que habían quedado con las fotos de la sesión con su amiga.
Suenan intensas como nunca logrando recrear atmósferas diríase sacadas de la Norteamérica en serie B que vieron los Pixies o Violent Femmes. Voces a punto de rasgarse o que lo hacen como la de Black Francis («Beat after beat«), reverberaciones de las guitarras de los de Boston en momentos de «Misery» o sencillamente en el ritmo general (como en «I don´t like this world no anymore«).
De los otros, del cuarteto de Milwaukee, quizás hereden ese corazón casi folk, medio acústico, que ha hecho que muchas canciones, hasta la llegada de este nuevo trabajo, suenen desnudas o descarnadas. Es por ello que, cuando la voz de Amelia suena más quejumbrosa, me acuerdo al escucharlas de Kimya Dawson, la que mayor número de temas propios pusiera para la banda sonora de «Juno» (2005), película de Jason Reitman.
Dicen de ellas de su tendencia al «ruidismo», pero las canciones de este «Niagara Fallers» están más bien llenas de reverberaciones, de voces combinadas como no habían hecho antes («Hate her«), o del clavioline que les ofreció Jorge Explosión cuando las vio tan emocionadas con Joe Meek.
Y es que grabaron en Circo Perroti, como ya hicieran con su primer disco «Chiquita y Chatarra» (Chiquita y Chatarra, 2008), aunque con la experiencia que dan sus seis años en el negocio de hacer la música que les apetece. En esta ocasión entendieron que necesitaban de un arrope especial para los temas que llevaban preparados al entrar en estudio. Escuchando el disco parece desprenderse que aprovecharon el buen hacer del músico, técnico y productor de forma mucho más intensa que en su debut.
El comienzo del disco, desde «Misery» hasta la impresionante «Full carpet«, iniciada a golpes de bajo, es más que sobresaliente. De lo más emocionante de su repertorio sin duda.
«Natural place» arranca de manera similar, cifrando luego su pegada en un ritmo trepidante, buenas voces y una cortina de feedback.
Han confeccionado un disco con muchos detalles y texturas, marcando un punto, quizás de madurez, o de detenimiento en temas que sin ellos hubieran cabido perfectamente en alguno de sus dos discos anteriores. «Park away» por ejemplo.
¿Garage lofi? Sí, probablemente haya mucho de ello en Chiquita y Chatarra. «Eyes floating«, con las guitarras más chirriantes de todo el disco, pudiera ser buen ejemplo. No creo que sea una vertiente que pretendan olvidar aunque empiecen a mostrarse puntillosas en cuestiones relacionadas con el acabado final de sus temas.
De hecho salvo el cierre de telón «All I want«, deliciosa perla con aristas, diríase que es en la recta final del disco donde terminan encontrando cobijo aquellos temas donde menos refinamientos en las voces han tenido.
Cada disco de este dúo de asturianas se termina convirtiendo en una muy buena noticia. Señal de que van por buen camino ¿no?