Tras rendir tributo a “Florencio, O Cego dos Vilares” (Fol, 1998), Pancho Álvarez en su segunda entrega se muestra como el maestro de las cuerdas que es y hace un ejercicio de estilo. El título ya nos lo deja claro de entrada. En las cuerdas del violín, el bouzouki, la mandolina, la guitarras acústica y eléctrica, el bajo y el banjo que Pancho Álvarez toca a lo largo de las veinte canciones del álbum. Florencio continúa presente, rescatando canciones como “Vinde parrafear”, “Muiñeiras do mar” o “Vals Florencio”. Participan en la grabación Carlos Núñez (flauta), Xurxo Nuñez, hermano de Carlos en las percusiones; los hermanos Castro, Vicente, Félix y Cástor, concertina y flauta respectivamente; Fernando Fraga al acordeón, Álvaro Iglesias al contrabajo y Miguel Seoane a la guitarra.
Pancho nos presenta composiciones propias, como la introducción instrumental “Nas cordas”, “Chula do Miño”, “O Seixal” o la decicada a su hijo André, compuesta por un alalá y una muiñeira –en “Alalá” Carlos Núñez aporta la flauta; adaptaciones de cortes tradicionales -“Muiñerias do mar”, “Carmiña”- y una suite en la que engloba “Alalá de Padrón” -corte tradicional con arreglos de Félix Castro, Cástor Castro y el propio Pancho-, “Indara” –vals compuesto por su hermano, Juan Álvarez-, una muiñeira y una alborada compuestas por Pancho, y una pandeirada –composición tradicional con arreglos de Pancho y Darío González Moreira.
Como en su anterior entrega, vuelve a acercarse a Alfonso X –“Cantiga de Alfonso X”- y al clasicismo. En esta ocasión le toca a G.F. Haendel, de quien Pancho toma prestado un minueto al que otorga tintes populares: “Minué”. También hay tiempo para el humor, la retranca y la modernidad: “O canciño do 127” –Alfonso Pato, Pancho Álvarez. Corte dedicado a esos perros de plástico que movían la cabeza en la parte de atrás de los coches de varias generaciones, hoy en día objeto totalmente kistch.