Un enrachado José Guardiola acuña para su nuevo sello otro de los discos básicos de su carrera. En un principio la canción destinada a triunfar era la versión española de la simpática y moruna “Mustapha”. Una pieza cómica en la que el coro repetía incansable aquello del “cherie te quiero, cherie yo te adoro como la salsa al pomodoro”. Una cachondada del italo-egipcio Bob Azzam con mucho aditamento oriental en forma de crótalos y vientos.
Pero sería la segunda pista la que se llevaría los honores triunfales hasta el punto que el propio cantante la ha reconocido en entrevistas como la que más le gusta y la más importante de su larga trayectoria. El cantante de folk rural Merle Travis había compuesto hacia 1947 “Seexten tons”, una canción para voz grave que se quejaba de la dura vida de los mineros, Tenesee Ernie Ford la había llevado al número 1 en USA en 1953 y también The Platters la habían grabado. Sin embargo, José Guardiola la bordó y se apropió de ella de forma absoluta con una interpretación memorable. Todos querían imitar aquel vozarrón grave que contaba la historia de Polea Jones sobre un fondo de percusión y sutiles toques de viento madera e intervenciones de coros gimientes. Una de las canciones definitorias de una época.
La tercera pata de esta mesa es uno de los primeros rock and roll italianos. “Tintarella di luna”, un tanto ralentizada y dulcificada a partir del original de la brava Mina. Una canción atractiva que también grabaron Los Pájaros Locos. En fin, otro de los discos que cimentaron la enorme fama de Guardiola en los primeros 60 e hicieron de él el mayor vendedor de discos de su tiempo entre los cantantes españoles.