«Mucho Spirito» (Sonido Muchacho, 2013) era el paso adelante que tenían programado dar los Tigres Leones, la prueba de fuego a superar. Hacia el sonido del LP ya habían apuntando tras la evolución desde psicodelias y garageos previos. Después de prepararse a conciencia los temas con los que contaban en ese momento durante el verano de 2012, fueron a los estudios Brazil de Javier Ortiz en Madrid, del que tan bien habían oído hablar, para grabarlos.
Para la edición del disco, que tuvo lugar en enero de 2013, diseño personal e intrasferible a cargo de Marta Pina, colaboraciones a la trompeta (Javier Gorostiza) y letras (León Ruiz Gosling) y el amparo del sello, ya más que amigo, de Sonido Muchacho.
La hoja interior, además de letras e información técnica acerca de la grabación y edición del disco nos cuenta del día a día alrededor de los más cercanos al grupo: de mudanzas de las hermanas, del número de tortillas de patata que hicieron amigas, o de quiénes se aprendieron sus canciones… Rezuma pues a la normalidad que necesitan a su lado para cada una de las inmersiones que proponen en sus canciones.
Y es que, por ejemplo, nada más entrar en este disco, Tigres Leones invitan a cruzar una puerta que se llama «Superhéroe«, enmarañada de guitarras como telas de araña y coros como los que hacían Ride desde el Reino Unido hace unos años.
Letras que tan pronto proponen, sin salir de la misma canción, la invasión de países norteamericanos como la de correr a Galicia para casarse con la chica que es feliz dejando pasar el tiempo ante una «película de mierda»; música que tan pronto se dispara como que se abandona por completo a los caprichos de una trompeta… Todo eso es «Canadá«, una canción dedicada a Marta, amiga de la banda, con unos Tigres Leones en su versión más parecida a cacharreos como los de Patrullero Mancuso o El Niño Gusano. Grupos en los que por otro lado vuelvo a pensar cuando oigo aquello de «Mi matrimonio no es feliz / No hay comadrejas en Madrid» de «Mucho Spirito«.
Y si no, inspiraciones en pretendidas terroristas catalanas, o niños que discuten con el brazo en alto; «Se acerca otro verano para llenar de amor» cantan en un momento especialmente intenso de «Niños nazis«; sugieren morder la mano que nos alimenta por lo pequeño de las raciones que nos dan en «Teletienda«… El imaginario de Tigres Leones no parece tener límite alguno.
Tampoco tienen problema alguna en enredarse en músicas e historias tan poco ortodoxas como «Astrud Gilberto«, en lo que no es un homenaje a la cantante brasileña, a la que Javi acusa de haber comercializado las tropicalias y bossa nova que tanto le gusta.
«Media hora» es un corte más que destacable. Tiene algo que hechiza, alguna conexión con The Pixies o la manera en la que Rosa maneja las baquetas. A los de Boston también suena a mi juicio el armazón de «Veneno«, coros y guitarras sobre todo. No es mala referencia para nada.
Hay querencias por los tiempos pausados. Canciones como «Texas» por ejemplo parecen querer detener todo. Remolonean y se nos hace perseguir un gusanillo de música. Si en discos pasados tuvieron la querencia por terminar las canciones en explosiones o tormentas acústicas, el punto final impuesto a todo el álbum por esta última canción parece querer indicar el gusto por una menor velocidad o una mayor quietud en su tono general.
Independientemente del formato elegido, Tigres Leones consigue sorprender, hacer imposible la anticipación a lo que viene en cada rincón de sus canciones. No queda sino pedirles que insistan en mostrarse igual de personales y diferentes siempre.