Hemos leído algún comentario minimizando la calidad de este disco y es algo con lo que no estoy del todo de acuerdo. El disco no es peor en concepto, interpretación y producción que el memorable «Alameda» (Epic-CBS, 1979), pero sus composiciones adolecen de la frescura del rocío que adorna dicho LP. Dicho de forma más abierta: las canciones son peores, sin que ello quiera decir que sean malas o no estén exprimidas hasta sus últimas esencias. Las prisas con que fueron compuestas se deja entrever en la monotonía de sus melodías.
Como interpretación y otros aspectos formales de la obra, nada que objetar. El disco se abre con «Aurora«, un breve tema instrumental en que la guitarra flamenca del invitado de lujo, Tomatito, aparece arropada por ruidos de la naturaleza y llantos de bebé que definen el amanecer en cualquier pequeño pueblo del sur. La colaboración de este guitarrista se hace presente en la mayor parte de los temas del álbum.
«Dos amores» es una auténtica balada andaluza muy bien cantada por Pepe Roca. Lo más lucido de la instrumentación corre a cargo del piano de Marinelli y de otro invitado, el clarinetista Antonio García. Uno de los mejores temas del disco, sin duda.
El tercer corte es probablemente el más ambicioso del LP. «En tus labios» cuenta con un empaque instrumental que podríamos calificar de orquestal, al cual contribuyen no poco los timbales sinfónicos de Javier Benet. Al final del tema, un piano de jazz se enseñorea de esta pieza netamente andaluza. Una impecable riqueza instrumental al servicio de una melodía de escasa enjundia.
Con «Canto al despertar«, Alameda se aleja bastante de su estilo habitual para sumergirse en aguas brasileiras de samba y bossa. La aparente suavidad de la música de teclados con sus ritmos de tumbaos latinos queda contestada por una dura guitarra a cargo de Luis Cobo (Manglis) del grupo Guadalquivir, otro de los invitados de lujo de esta grabación en la que no se escatimaron medios.
La canción que da título a todo el disco es una quejumbrosa balada en la que el cantante adopta un aire de muecín árabe y en la que la participación del oboe de Miguel Sanz y el clarinete de Antonio García le confieren un aire de misterio oriental, al que contribuyen no poco el dúo de teclados de los hermanos Marinelli y los efectos de percusión de Luis Moreno.
«Vuelo de cristal» y «Al caer» son dos temas definitorios del estilo de Alameda. En el primero conviven el ambiente flamenco de cantaor, palmas y guitarra flamenca con las intervenciones de los más novedosos y experimentales registros de los teclados. La segunda, un tema épico de inspiración clásico-andaluza que no está entre lo mejor del disco.
Se cierra el disco con una pieza a contraestilo. Salsa a lo Carlos Santana con congas en la percusión y una forma de cantar muy distinta a la del resto de los temas del disco.
En suma, un buen trabajo, pero carente del tirón de frescura comercial que Alameda había conseguido en su obra de presentación.