Primer larga duración de los manchegos tras su paso a Soundflat Records, la discográfica alemana que se había encargado de la distribución de su anterior sencillo, «¡¡Ni Rastro de Polvo!!» (Hey Girl, 2009). Será su trigésima entrada en el catálogo.
Acertadísima presentación de nuevo a cargo de Rafa Mortaja, que en verde y rosa psicódelico coloca a la banda enmarcada entre miles de cuchillos, en referencia al título del álbum. La contraportada no se queda a la zaga. Con aires claramente vintage, que te hacen pensar en un disco de los 60, añade dos columnas con información sobre el grupo y dedicatorias. En el apartado de estas últimas, y en un gesto que les honra, sabedores quizás de estar empezando algo grande, no olvidan a casi nadie de los que tenían a su lado desde los comienzos: Desde sus novias, sus incondicionales Rafa y Felipe Hernández -mánager del grupo en Madrid-, la gente del sello nuevo y del que les dio la primera oportunidad: Hey Girl Records.
El trabajo lo componen 10 trallazos, entre los que figuran los dos temas del sencillo de debut («Ni rastro de polvo» y «Los peligros de la noche«), los dos que grabaron en aquella primera sesión en Circo Perroti y que pensaban haber metido en un segundo sencillo («No puedo parar» y «Tornado man«) y el resto que registraron, de nuevo en los estudios del asturiano Jorge Explosion, para atender la llamada de Soundflat.
Combinados altamente tóxicos los que son capaces de componer Las Aspiradoras, que bajo una envoltura de fuzz, farfisa, bajo profundo y batería trepidante, presentan ritmos de punk desquiciado (como quizás sea el caso de «Leña al mono«, con la que cierran la primera cara), temas con corazón de rhythm & blues con telarañas y suciedad habitual en el grupo («Te crees muy cool«), reverberaciones psicodélicas como las que facturaban Small Faces o los Who («Mi adicción«) o incluso versiones insospechadas como la de un tema de Obus. Todo ello pasado por la turmix garajera que sólo el toque personal del grupo es capaz de manejar.
Resulta difícil resaltar algún tema sobre la media general. «Mil puñaladas«, el comienzo del disco, es sin embargo, un gran corte, que encuentra un aliado ideal en el que fuera cara A del sencillo anterior «Ni rastro de polvo«.
Personalmente me reservaría un momento para «Te crees muy cool» y «Mi adicción«, dos de los ejemplos de los ya mencionados posibles efluvios de rhythm & blues acelerado de una típica banda de revival mod. Baterías a pequeños y contundentes impulsos y coros del grupo. Los destellos y reverberaciones de «Mi adicción» hacen pensar en pasajes del «Arco iris» de Los Flechazos.
Es posible que la incapacidad para estarse quieto, sin pensar o reir, de la que hablan en «No puedo parar» tenga algo del espíritu de individualidad, rebeldía o simple chulería de Los Elegantes de «Manga cortas» o de Los Sirex del «Con todas las muchachas soy tremendo«. Eso en combinación con la locura salvaje de Doctor Explosion. También cuando dicen (o así parece entenderse) «soy moderno y garajero» en «Tornado man«. Este último tema pudiera pasar perfectamente por invitación a teddy-boys y rockers speedicos a un baile frenético, un twist acelerado. En entrevista a la emisora mejicana Radio Cochinilla, reconocían que el tema estaba dedicado al bajista de los Hollywood Sinners.
Las guitarras saben esperar su momento, colaborando de inicio en el desparrame general, para, a mitad del tema, y encarando ya su final, mostrarse afiladas o contundentes, según se tercie, en riffs definitivos. Las letras granujas corren el peligro de tornarse ininteligibles en ocasiones por el tratamiento del peculiar timbre canallesco de Diego. Música trepidante que lleva a un minutaje incluso corto, y un hormigueante ritmo que te atrapa en el primer tema y sólo te suelta cuando la aguja se levanta del vinilo.
Un rotundo éxito.
