Nuevo intento a caballo entre lo melódico y lo coplero con la tórrida orquesta de García Morcillo tras –y a veces por delante– la voz de Elia Fleta. Dos canciones que aportan pocas novedades, bastante mejor la segunda plena de sentimiento y exigencias vocales que la plana primera, un bolero de letra algo rebuscada y desarrollo musical más que previsible.
Este disco marca el momento más bajo de la carrera de la cantante, que a partir del siguiente EP va a sufrir un radical cambio de imagen visual y sonora.