Maya planteó a los directivos de RCA que quería hacer música folk y no se conformaba con deslizar alguna cara B como relleno de sus temas melódicos con acompañamiento orquestal. No debió ser fácil convencerles de que apostaran todo un LP a su voz, una guitarra y las canciones del viejo cantor y guitarrero, Atahualpa Yupanqui. Pero no se equivocó y el resultado fue uno de los mejores long plays de folk hechos en España. Nada que envidiar a los mitos americanos como Judy Collins o Joan Baez.
¿Quién no dijo alguna vez aquello de “porque no engraso los ejes me llaman abandonao” o se quedó pensando con ese par de versos hoy en plena vigencia: “las penas y las vaquitas se van por la misma senda. Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”?.
El adusto Yupanqui de voz desabrida nunca había sonado tan dulce como en la voz de Maya. Este triunfo además posibilitó que el veterano cantautor argentino actuase en España con notable éxito en aquellos años y se convirtiese en un gran vendedor de discos a su vejez.
Mágnificas las versiones de “Indiecito dormido” o la sencillez campestre de “Camino a los valles”. Escuchando estos temas uno tiene la impresión de sentir la presencia de la cantante apoyada en su guitarra cantando en exclusiva en el comedor de casa. Y es que la desnuda simpleza de las composiciones e interpretaciones en las que la poesía es reina y la voz princesa transmiten un recogimiento inusual al oyente.
La ya citada “Indiecito dormido”, “Los ejes de mi carreta”, “El arriero” o ese “Camino y piedra” , alejadísima de la verbenera versión de Los Albas, son auténticas poesías cantadas que ya forman parte por derecho propio del acervo popular del siglo XX.
Un disco exigente y sin fisuras que solo una voz privilegiada y una artista muy convencida de lo que está haciendo pueden llevar a buen puerto. Ni una concesión al artificio o a la exageración y una premeditada desnudez de arreglos son la clave del disco, muy alejado también de los presupuestos folk de Nuestro Pequeño Mundo y otros grupos siempre acompañados por una algarabía de voces, panderetas y guitarras.