Como un adolescente que al cambiar la voz eleva el tono orgulloso de su rasgo de hombría, Los Nikis se gustan en «Marines a Pleno Sol» (DRO / Tres Cipreses, 1986), la cima de su carrera discográfica: tras cinco años de andadura, el primer largo de la banda compensa la espera desplegando un sonido profesional que deja atrás el divertimento inicial para exprimir todo el potencial de un conjunto poliédrico y sobrado.
El sonido es la primera clave de este progreso, beneficiado de una producción que eleva la contundencia de las guitarras, desbroza asperezas y saca partido al nuevo fundamento rítmico que proporciona Johnny Canut. El sonido es el medio, pero la grandeza de «Marines» reside en las canciones. Los Nikis adquieren voz propia, se sacuden los mimetismos, y cosechan (y disfrutan) rasgos propios. Es el carácter melódico de los fraseos de “El Imperio Contraataca” o “La Naranja ya no es mecánica”. Es la confianza adquirida por Arturo. Es la diversidad ganada en composiciones propias y ajenas.
Así, “La Canción de la Suciedad”, versión de Magazine, es un oxímoron que resumiría en menos de cuatro minutos el sentido de Los Nikis: la apropiación de los sonidos de su generación salpicada de una ironía sin filo. Los 80, en definitiva.
«Marines a Pleno Sol» es la suma de todo el potencial niki, el disco en el que las influencias somatizaron al fin una identidad musical. Más allá de las letras, es el soniquete personal y transferible (hay ecos en “Un buen día”, de Los Planetas) que distingue a “El Imperio Contraataca”, su hit.