Manual Para los Lunes

Tres años pasaron desde la salida del EP «La Flor en el Precipicio» (Barbados, 2007) hasta este “Manual Para los Lunes” (Malacara, 2009). Tres años donde se produjeron bastantes cambios en la formación del grupo pasando de ser un trío a un cuarteto. En la pequeña temporada que pasaron en Los Ángeles perdieron a Fran Iturbe que se quedó a vivir allí siendo sustituido por el guitarrista Maxi Morcardi, que tocaba en Milkers. Además también incorporaron a Albert Rams, productor, programador y percusionista de Loud Whispers y Mine!.

En la grabación de este álbum cuentan con la colaboración del ingeniero de sonido Tomi Pérez, que antes había trabajado con grupos como Nena Daconte, Maldita Nerea o Marc Parrot, y Aleko Capi, cantante de Planeta Lem.

En su debut en formato largo nos encontramos con los mismos defectos y con los mismos aciertos, pocos todo sea dicho, que tenían en su primera referencia. Musicalmente nos encontramos con un uso y abuso desproporcionado de los sintetizadores que son los que llevan todo el peso de los temas. Excepciones hay, por ejemplo, en el tema del mismo nombre que su primer EP “La flor en el precipicio”. Curioso que no estuviera incluida allí. Pero para notar más esta diferencia lo podemos comprobar en el par de temas repescados de dicho EP “Invencibles” y “Tres lunas”.

Los temas están mejor producidos, esto salta a la vista, y que siguen teniendo un sonido coherente y compacto también. Sería necio decir que tocan mal. Pero tanto abigarramiento en los temas no hacen nada bueno ya que parece que se usan los sintetizadores más para tapar carencias que para fortalecer el sonido del grupo. Algo más habitual de lo que parece en el mundo musical.

Lo peor siguen siendo las letras. Remedos de fantasías bunburianas, queriendo rizar el rizo en cada frase y buscando la metáfora perfecta. Muchas de ellas vacías, sin ningún significado, aunque tampoco parece que lo busquen, forzando las rimas de un modo banal y hasta a veces poniendo acento anglosajón al cantar. Intentando lograr una épica lejana para ellos.

Pasan los minutos y las canciones, y la verdad es que no hay mucho más que destacar, sólo sentir extrañeza por ese par de temas llamados “Ese perro de mierda”, cacofonía disonante y arrítmica que no pinta nada y el primero, encima, interrumpe el discurso del disco. Quizás sea un chiste que yo no entiendo pero la verdad es que es muy malo. El álbum también incluye, para cerrarlo, una remezcla del tema “Fiesta siciliana”, cuyo original es de lo poco salvable de este olvidable disco.