Estreno de Lüger, en larga duración con formato exclusivo de vinilo. La banda permite la descarga gratuita de los temas, con el convencimiento de poder llegar a un mercado de gente que, como ellos, son compradores compulsivos de vinilos. Editado con el sello Giradiscos, que les ha ofrecido apoyo casi desde sus primeras actuaciones, se grabó en los estudios de Paco Loco, en El Puerto de Santa María (Cádiz) en unas sesiones que duraron exclusivamente día y medio. La banda llevaba, para la ocasión, los temas con la suficiente preparación (de hecho hablan de un período de hasta siete meses desde su concepción hasta la salida al mercado).
A pesar de la densidad y complejidad de los temas, estos se grabaron, con la única excepción de un órgano y guitarra, con la banda al completo tocando en directo. Las mezclas, realizadas en dos etapas, las realizaron, primero John Agnello y las finales, las más laboriosas, Rubén Suárez en los estudios Red Led de Madrid.
El disco lo componen unas siete piezas, que salvo «Bedlam in a sugar plum fairy reception» pasan todas de los cuatro minutos y medio.
Portada psicodélica en tonos azules, blancos, negros y grises, para un disco que tiene mucho de lisérgico, ambientes planeadores, espaciales y muchísima intensidad. De hecho, restringir toda referencia previa al grupo a la vertiente krautrock dice poco, por un lado, en favor de la novedad y vigencia de la propuesta de Lüger. Spiritualised o Rinôçerôse, son sólo dos ejemplos más recientes de bandas que también han explorado en sus discos algunas de las coordenadas electro-flotantes de los madrileños. Pero además, quedarse con el ascendente alemán elimina toda la carga de alto voltaje, de intensidad y electricidad de este disco. Sin lugar a dudas Lüger son algo más.
Hecha la puntualización, lo cierto es que el comienzo, con «Spotted introspective female firetrack«, es de burbujeo y devaneo electro-lisérgico. Es uno de los temas que fácilmente les entronca con la producción alemana de los 70 de la corriente arriba mencionada. Ahora, eso sí, por las mismas, también suenan a los Ozric Tentacles. En cualquier caso es un gran comienzo en onda de rock espacial.
En la misma línea, pero con un comienzo más vigoroso, evoluciona «Swastika sweetheart«, que toma su nombre de la rubia demoníaca que pilotaba uno de los coches de carrera de la película «Death Race 2000» (Paul Bartel, 1975). La canción derrocha energía por todos lados con una explosión llegado el minuto y medio. La voz no entra hasta pasados dos minutos y medio. Esta es la intensidad que hace poner tierra de por medio de referencias pretéritas. La canción, espectacular por otro lado, se acompañó con un video la mar de interesante.
«Die Sonne muss untergehen!» comienza parsimoniosa, con percusiones a modo de goteo o pequeños pasos con los que construir el esqueleto de la canción. Finalmente desaparecerán para dejar paso a una melodía preciosa, que te hace pensar en lo que ya dijeran Spiritualized: «Ladies and gentlemen we are floating in space«. El título viene de la adaptación a la fonética alemana, que convencía más al grupo, del nombre «El Sol debe caer» que Mario, el teclista, le puso originalmente.
Como ya hemos apuntado «Bedlam in a sugar plum fairy reception» es el tema más corto, y quizás el que más apuntes en clave folk presente. Evoluciona con una superposición de coros y unas cuerdas en primer plano. Un gran instrumental.
Otro de los momentos grandes del disco es «Why should I care?«, donde guitarras de alto octanaje rompen cualquier pompa de tonos bucólicos que pudiera quedar flotando en la habitación tras la escucha de la canción anterior. De gran contundencia, uno podría forzar la similitud con cosas de la producción más reciente de Primal Scream o de unos Khula Shaker enchufados a altísimo voltaje.
El disco finaliza con otras dos buenas canciones: «Portrait of a distant look» y «La fin absolue du monde«. En ellas, la banda parece exigirse el mantener un ritmo frenético, como el de la primera, que parece un collage demente, speedico. Combinado con efectos de gritos muere en un final inesperado. En el último corte, llevado como un planeo a mil por hora, cada instrumento parece lograr introducir una estructura coherente dentro del caos generalizado que sin embargo montan entre todos.
Por lo general la nota máxima al calificar un disco está reservada para aquellos trabajos en los que no se aprecian faltas. Personalmente yo no he encontrado un sólo minuto que sobre en «Lüger». La revista Ruta 66 lo seleccionó como el mejor disco nacional del 2010.