La idea es clara: reinventar la música tradicional asturiana acercándola al rock. Una vuelta a las raíces con antecedentes anglosajones en mente, como el fantástico “Murder Ballads” (Mute, 1996) de Nick Cave & The Bad Seeds, o el más reciente “Orphans” (Anti, 2006) de Tom Waits. Un acercamiento a la música tradicional del que también tenemos referencias dentro de nuestras fronteras, como los imprescindibles “Omega” (El Europeo, 1996) de Lagartija Nick y Enrique Morente o “La Leyenda del Espacio” (RCA, 2007) de Los Planetas. Pero en estas ocasiones los patrones eran distintos, hablamos de rock y flamenco, un estilo que ya de por sí tiene un gran prestigio a nivel estatal. En el caso de la tradición asturiana, esta está relegada a un segundo plano del que proyectos necesarios como el que nos ocupa tienen el principal objetivo de darla a conocer a un público mayor, aprovechando la notoriedad de la que goza Nacho Vegas en la actualidad.
Es fácil encontrar apelativos para “Lucas 15” (Lloria / PIAS, 2008) como una obra difícil de digerir, pero siendo francos, a nivel musical no dista tanto de otras obras de Nacho. Los esquemas son los mismos, la sonoridad del asturiano no dista tanto de la del castellano e incluso en la banda, tres de los implicados son habituales en sus discos en solitario. En está ocasión, al grupo hay que sumar las aportaciones instrumentales de Dudú Puente (contrabajo) y Javi Fernández (batería), o las colaboraciones en el apartado vocal de Montse Álvarez (Nosoträsh) y Fredi García (FMM), el Coro Voces de Cimadevilla, agrupaciones corales como el Orfeón Gijonés y Ochote Arbeyal o el coro infantil Xentiquina. En el repertorio encontramos romances, añadas (canciones de cuna), villancicos o cantares de ciego, piezas habituales en muchas agrupaciones corales asturianas. El disco está dedicado a la memoria de Ígor Medio y Carlos Redondo, componentes del grupo tradicional asturiano Felpeyu que perdieron la vida en el año 2006.
Abre “Moces a bailar”, con una guitarra limpia que nos hace dudar hasta que suena la voz de Nacho arropado por los épicos coros del Orfeón Gijonés y Ochote Arbeyal. Una guitarra clara que trae aires de road-movie paisajista, aires cinematográficos que recuerdan a Harry Nilsson, permitiendo una comunión perfecta entre modernidad y tradición. “El diciembre mes glaciar” trae riffs eléctricos que son apoyados por la voz de Nacho y una contundente percusión. La calidez la ponen las voces infantiles del coro Xentiquina sobresaliendo entre nubes de distorsión. “Adiós a la mio vaca pinta” viene envuelta en una atmósfera psicodélica y narcótica, una plácida oscuridad tenebrosa, “Tengo el corazón de luto / el alma llena de pena / por mucho que la lave / sal siempre el agua prieta”.
El “Romance de la Pola” es una composición que bajo el nombre de “La polesina” formaba parte de la primera entrega de Diariu, “Diariu” (Astro, 1997). El romance sonaba más limpio y melódico en la entrega anterior, en esta ocasión su tratamiento instrumental es distinto, con el piano de Chus Naves y la voz de Nacho más afectada.
“Como la flor” no desentonaría para nada en cualquier disco en solitario de Nacho, recuerdos de Bob Dylan y un hammond arropando la melodía.
Xel Pereda pone su voz y guitarra a dos composiciones del disco, la emocionante “Los fayeos de mayo” con letra del malogrado Ígor Medio, candidez intimista con aires sureños resguardada por los coros de Fredi García y Montse Álvarez, y la dulce añada “Con tomillo y romero”, que pone de manifiesto sus dotes vocales y su capacidad para transmitir emociones.
“No hay tal andar” trae de nuevo la épica con la voz de Nacho arropada por el coro Voces de Cimadevilla, entre los que se encuentra el abuelo de Xel Pereda. “Teresina” es un romance tradicional con tintes trágicos, una de esas historias cantadas en las que Nacho se desenvuelve tan bien, como ya demostró con “Baby cat face” o “Añada de Ana la friolera”, y que consiguen mantener nuestra atención hasta el final.
“El sacaúntos de Allariz” es un cantar de ciego que trae la sangre y la oscuridad, la perversidad y el asesinato, y en el que podemos sentir muy cerca la respiración de Nick Cave y sus semillas malas. La armonía vuelve con “Nel campu nacen flores” y las dulces voces del coro infantil Xentiquina, para firmar uno de los mejores cortes del disco, con una letra de desamor atemporal preciosa “Nel campu nacen flores / y na mar nacen corales / nel mio corazón amores / y nel tuyu falsedades”.
En definitiva, “Lucas 15” es un gran disco, un acierto a todas luces que pone de manifiesto el gran momento en el que se encuentra Nacho, y la maestría de la banda a la hora de llevar la tradición a su propio terreno.