Tras el ilusionante paso de su más que interesante debut, Jair Ramírez, o sea Pumuky, cambia de discográfica al sello gallego Lejos, hogar de otros como Úrsula o Árbol. Debuta con este EP de cinco canciones en las que profundiza en un estilo muy personal, heredero del primer Sr. Chinarro y de la forma arrastrada de cantar de J (Los Planetas), pero todo ello dotado de una fuerte personalidad y una temática muy aislacionista, producto, quizá, de la insularidad del proyecto. Insularidad por lo geográfico y por el carácter del mismo, pues él es el compositor e intérprete y principal instrumentista, aunque con la regularidad de más conciertos la banda va creciendo y ganando en profundidad.
“Los Exploradores Perdidos” (Lejos, 2007) ahonda en todo lo ya esbozado en “De Viaje al País de las Tormentas” (Federación de Universos Pop, 2005). A su favor juega una producción más brillante y una mayor diversidad instrumental. Grabado en los estudios Sequentialee a los mandos de Pedro Cantudo (Jubilee), y apoyado por excelentes músicos como Abrahám Boba o David Cordero (Úrsula), las texturas, como en su anterior obra, son las que componen unas canciones llenas de tristeza cuyos referentes podrían buscarse en el cine de Tim Burton, en algunos personajes alucinados que poblaban las canciones de El Niño Gusano o las bandas sonoras imaginarias de los islandeses Sigur Ros.
Si eso es a su favor, en su contra está un cancionero quizá algo corto y menos trabajado que el anterior, lo cual es normal porque llevaba años junto a él en forma de maquetas. Algunos momentos no llegan a funcionar del todo, como “El himno de los exploradores perdidos”, o el instrumental final “C’est emocore”, al que acompaña una voz sampleada del poeta Raoul Hasumann. Esto ya lo habían hecho en una de sus maquetas con la voz de Cortázar y su “Instrucciones Para Dar Cuerda un Reloj”, texto que, por otra parte, aparecía en “Cortazar” del álbum de debut de los madrileños Migala, grupo con el que Pumuky tiene más de un punto en común. “C’est emocore” puede recordar por momentos, con su piano como guía, a la magnífica “Low of defenses” del segundo disco de éstos, “Así Duele Un Verano” (Acuarela, 1999).
Pero el resultado es más que satisfactorio con momentos de especial emoción. Cuando apenas susurra “¿Qué culpa tengo yo de ser quien soy, ¿Quién soy?” en “Los dilemas del chico puercoespín” uno es capaz de entrar en toda la dimensión de la tragedia de la soledad del ser uno mismo, tema que reaparece en la excelente “El farero de Ushuaia”. La cita a uno de los lugares conocidos como el fin del mundo no es gratuita.
Frente a lo habitual en los comentarios sobre Pumuky, en los que abundan los adjetivos como “frío” o “lejano”, lo que en realidad ofrece es lo más parecido a un edredón de plumas en el que sentirse cobijado con esa forma un tanto monótona de cantar que puede recordar a la Ione de Le Mans, otra intérprete ejemplarizante a la hora de retratar con la voz el pesimismo o las dificultades contra las que luchar. Un cobijo que invita a volver una y otra vez sobre unas composiciones más realistas -dentro de lo metafórico de las imágenes propuestas- que pesimistas, como a veces se le ha acusado.
No hay duda de que tras sólo dos grabaciones el panorama que se le presenta a Pumuky es mucho más que esperanzador, porque no puede ser de otra manera cuando es capaz de facturar piezas de emoción pura como en la citada “Los dilemas del chico puercoespín” o la emotiva “El eléctrico romance de Lev Termen y La Diva del Éter”, lo más lucido de un disco envuelto en un imaginativo diseño a la altura de la música que acompaña. El inicio del disco con esas dos piezas de orfebrería es (sin ser ditirámbico en la descripción) absolutamente sobrecogedor y agarra el corazón en un puño.