Cuando se edita este disco, ni en Euskadi ni en ninguna otra parte soplaban vientos favorables al tecno-pop. La gente se había hartado de chiribitas electrónicas y ritmos maquinales. Ellos han evolucionado hacia un pop oscuro, pero seguramente los tiempos habían corrido más deprisa que ellos. El sonido general es bastante sucio, a pesar de una buena grabación, y tiende a formar una bola auditiva en la que difícilmente se distinguen detalles. Un sonido que guarda algo de Derribos Arias, pero también esa épica primigenia de Héroes del Silencio, especialmente en la voz solista.
Las dos primeras pistas -muy parecidas entre sí- son un buen ejemplo de desorden pretencioso. Mejora la cosa en una enrabietada “Brújula” con un bajo modélico, unos teclados que sobrevuelan las brumas, un cantante que hace gala de furia ininteligible y una percusión inmisericorde.
Ya en la B nos tropezamos con una muy recomendable “Línea de flotación” que recuerda en su estribillo y desarrollo a muchos temas de La Movida; por ejemplo, de Zombies. Con todo, una pieza bien atractiva que, como el resto del disco, llegaba con varios años de retraso. “Humo de ilusionismo” es otro tema ruidoso y trasnochado. Cierra el disco “El otro rostro de la tsé tsé”. Una pieza mosqueante, nunca mejor empleada la expresión, con mucho vacile instrumental en el preludio y apuestas arriesgadas a lo largo de los seis minutos de devaneos experimentales sin meta fija.