Para grabar el que iba a ser su disco de debut (el CD que editaron cuatro años antes no dejaba de ser una maqueta) Las Señoritas Estrechas eligieron los Westline Studios situados en Valdemaqueda (Madrid) porque quisieron alejarse del bullicio de la capital e ir a vivir a aquel pueblo los 6 días que duró la grabación. Producción, mezcla y masterización corrieron a cargo de Carlos Hernández.
La portada, logradísima, muestra a un cuarteto de chicas empuñando las dos guitarras, bajo y batería que se suponen del grupo. Al igual que hicieron para la foto de presentación de la arriba mencionada maqueta, se juega así con la confusión que pretenden alimentar desde el mismo nombre de la banda. Sólo conservan, eso sí, uno de los temas que estaba en «Conoce a Las Señoritas Estrechas» (2010), al que aquí cambian el nombre por «Bailando en el Nueva Visión«.
Pues no, no se trata de un cuarteto de chicas, y de hecho, bien se encargan de protestar en sus canciones de cómo éstas les olvidan cuando se acaba el verano o cuando se pasan los efectos de las copas de Negrita. Tampoco están a gusto cuando les tratan de besar nada más fumar o comer; nada personal, es que les huele la boca…
Punk rock trepidante, melódico, apoyándose mucho más que en su grabación previa en los coros vocales, jurando amor eterno al espíritu teenager de high school norteamericano, surf, doowap… Cierto que nada totalmente nuevo, ya que se bebe de la lectura que hicieron los Ramones (de los que incluyen una versión) del histórico musical yanquee y a su vez de las adaptaciones patrias de la fórmula (Fast Food, Airbag que ayudan con voces, ddt, AcusicasAñade este contenido), pero bien ejecutado, fresco y adictivo. Punk de fácil digestión, cómida rápida agradable para el paladar (de hecho a LaFonoteca el disco nos llegó en entrega a domicilio en mano, servido en una caja de pizzas. ¿Casualidad?)
Hacen un pequeño recorrido selecto por Madrid: los Cines Luna, El Nueva Visión, el Wurlizter Ballroom o La Vía Láctea aparecen en sus letras como escenario de las historias de las canciones. Se muestran cascarrabias: no les convence el plan de Nochevieja, aguantan a duras penas las incontinencias verbales de compañeros de barra y, claro, llevan mal los desplantes de las chicas.
Hueco para historias de zombies (y es que hay amores que matan) y sustos desagradables desde el armario de la habitación para completar las letras, y una más que interesante desinhibición para fraseos entre guitarras («Nunca te callas«, «El humo ciega tus ojos«), algo más duras en momentos concretos («Slasher«).
Punk desenfadado que no defrauda.