Mucho más evasivo y retorcido musicalmente hablando que en su debut, Julio de la Rosa continúa su discurso derrotista en “Las Leyes del Equilibrio” (Recordings From the Other Side, 2005), y con mayor intensidad aún si cabe. Poniéndose en la piel de Manuel, un personaje que tras salir de una catastrófica y dolorosa relación, cae, como los protagonistas de Tom Waits, en un mundo rodeado por el alcohol y puticlubs, originándole una depresión que le aboca a sofocar su alma conduciendo por la carretera en dirección contraria. De lo que más se acerca al de Pomona musicalmente hablando son “Tani’s pub” y “Domingo por la tarde”, las menos oscuras en su sonido.
Comenzando con “El puente”, ya se advierte que la historia de este malogrado personaje no deparará nada bueno. Sigue con el recuerdo reciente de su desamor en “Desencuentro”, donde le pregunta a ella si “¿puede aún creer en el amor?”, y aunque “Tani’s pub” acelera y mete a Manuel en un puticlub donde da rienda suelta a sus lamentos, trata de buscar venganza con “Accidente”, en el que queda clara la obsesión de su personaje. El interludio instrumental de “Salas de espera” da un respiro a Manuel en su espiral hacia la locura.
“Domingo por la tarde” vuelve a recordar a Waits, y mientras le acusan en un parque de estar precipitándose en el abismo, unos coros en euskera intervienen afirmando el nihilismo de Manuel (participan en el disco los vascos Ainara Legardon y Hannot Mintegia, de Audience). La estupenda y más directa “La carta” vuelve a hacer que el protagonista recuerde a su amor, sin embargo, intenta recuperarse adoptando “Nuevos mantras”.
Un escalofriante final, con “Pueblo en fiestas”, acaba con la historia de Manuel, mientras un coda funeraria -lo más parecido que he escuchado al “Drinking Songs” (Ici d’Ailleurs, 2005) de Matt Elliott en este país- de capas que se superponen acompaña a los fuegos artificales que se escuchan de fondo.
Musicalmente, el disco acompaña la narración de esta historia, con tendencia a las disonancias, a la oscuridad, y tratando de huir de lugares comunes en lo que se refiere a su sonido: arreglos electrónicos minimalistas, guitarras al revés e instrumentos más o menos ajenos al mundo del indie como chümbus, baglämas o marimbas. Un disco, que gracias a tener una línea argumental, parece casi cinematográfico -De la Rosa realizaría más adelante la banda sonora de “7 Vírgenes” (Alberto Rodríguez, 2005), “Aparecidos” (Paco Cabezas, 2007) y “Una Palabra Tuya” (Ángeles González Sinde, 2008)- en el que se sitúa a su personaje cerca de donde sitúa a los suyos gente como Fernando Alfaro o Nacho Vegas. Sin embargo, a pesar de resultar más explícito que éstos, es mucho menos dramático por lo general, aunque en el caso de Manuel su historia tiene unas terribles consecuencias.
Aunque sea un tópico, De la Rosa es capaz de crear un mundo propio, rico en matices sonoros, además de ser, en este disco sobre todo, un letrista espectacular.