“Y mira, yo al mundo de arriba / y al mundo alrededor / los he mandao de gira / con un grupo de rock”… Josele Santiago arranca con "Olé Papá" -y un puente que es toda una declaración de intenciones- su primer disco en solitario tras la disolución (afortunadamente, no definitiva) de Los Enemigos. Una canción que anuncia un sonido más reposado y acústico, menos brioso que el de la banda, aunque con los matices propios de una producción de Nacho Mastretta.
De todo hay en el disco. Santiago traza frescos estremecedores sobre la miseria material -"Serrín"- y moral -"Soldado limpiando un fusil"-, y también sobre personajes de armas tomar -"Mi prima y sus pinceles"-.
Caben en la grabación sentidas declaraciones de amor –"Borrico" y "Mierda de mago"- y una despechada versión de Chavela Vargas, "Con las manos vacías". Entre medias se cuela "Tragón", una maravilla y de lo mejor del repertorio. Si es cierto que el que canta su mal espanta, Josele aúlla en este caramelo envenenado contra las adicciones: “que te di la vida entera / lo que no tuve te di yo / has crecido, colega / un montón”.
"Sin perdón, dormid" es una especie de rapapolvo de Dios a los hombres por no aprovechar mejor su vida que cierra el disco. Un disco que quizá no maravilla a la primera escucha, pero que gana en cada una de las siguientes -las enormes letras de Santiago necesitan su tiempo-, y que confirma una vez más a su autor, entonces decidido a buscarse la vida lejos de su banda de siempre, como uno de los mejores compositores del rock en castellano.