El debut discográfico de La Negra, en su presentación, solo puede describirse a través de una serie de elogiosos calificativos que se desglosen poco a poco. Calificativos como precioso, emotivo, cálido, sutil, mágico y, en fin, único.
Precioso. No solo gracias a la pléyade de colaboradores que Javier Limón invitó para su grabación, que aportan su maestría oportunamente, sino también por las canciones mismas que La Negra y Frasquito escribieron, ya que su enfoque las carga de vitalidad, pleno en matices sin caer en barroquismos. Como ejemplo, ese «El mago Piticó» que abre el álbum con su varita mágica en esa pequeña intro y al final del álbum, en un tema oculto (pista número 11) retorna ya completa, como si todo lo de enmedio haya sido pura ensoñación.
Es emotivo porque, ante todo, hay que señalar que no es sensiblero, ni ñoño, ni locamente visceral. Todo se trata con elegancia, alejado de cualquier vulgaridad en sus letras y con un acompañamiento musical sin estridencias, fluido y que aprovecha oportunamente intensidad y silencios sin exabruptos. Eso le hace cálido, porque esa armonía resulta acogedora, acariciante. Incluso en los momentos más intensos («La seguridad«), La Negra transmite mucha sensualidad, esa «voz tostada» que tanto han usado para describirla y que imbuye cada palabra que canta.
La sutilidad y la magia van de la mano. Ya se mencionaba que se recogen diversas influencias para las canciones (aires arrabaleros en «Antes«), con el flamenco como principal protagonista (especialmente notable en «Se fue«o o «Amarte despacito«), pero lo acertado de esta fusión, además de estar alejada de cualquier lugar común, es que no suena a distintas cosas, sino que todas suenan a la misma, a La Negra. Por ello mismo es único.
Con todo, el disco cuenta con una clara protagonista, titulada «Inevitable«, la más imbuida de una atmósfera jazz y enriquecida con sus palmas y sus dejes aflamencaos, simboliza en sí misma todo lo que este álbum ofrece.