La Memoria de los Peces

Dicen, aseguran, comentan que los peces no tienen más que un par de segundos de memoria. Hay que darles de comer porque se les olvidan esas banalidades en las que les va la vida. Quizá por ello Ismael Serrano quiso con «La Memoria de los Peces» (Polygram, 1998) recuperar las historias que se habían quedado flotando en el espeso éter de la memoria.

A camino entre la autobiografía, las historias prestadas -«Vine del norte»– y la imaginación al más puro estilo de Nabokov -«Tierna y dulce historia de amor»-, el segundo trabajo del cantautor madrileño es como contemplar el fin del mundo sentado desde el sofá del salón. ¡Y no para de llover, oiga! Temas como «Instrucciones para salvar el odio eternamente«, adaptación de uno de los poemas de Rodolfo Serrano, y «Recuerdo» permiten vislumbrar sin demasiado artificio que el disco que tienes entre las manos es un monumento al pesimismo, y que debe ser escuchado con moderación en esas fechas en las que uno sabe de ante mano que “hoy, tampoco, puede ser un gran día”.

Sólo la contundente «A las madres de mayo«, un fogonazo de luz en un mar de oscuridad, se salva del tono crepuscular que como una pátina cubre el álbum del spleen del madrileño. Con letras más reposadas y la misma guitarra sobria, acompañada a ratos por un tímido piano, Serrano introduce «Canción de amor propio» -en auspicio al sentido del humor como ya hizo con «Yo quiero ser muy promiscuo» –«Atrapados en Azul» (Polygram, 1997)– en la que eleva a dogma de fe aquello de “mejor solo que mal acompañado”.

El resto de los cortes, en los que se extraña la fuerza exultante del primer disco, se mantienen entre el compromiso político, el intimismo y la memoria histórica como concepto, antes de que fuese publicada en el BOE.