El universo de Tigres Leones, o al menos el que se infiere de las letras de este «La Catastrofía» (Sonido Muchacho, 2015), tiene elementos que se repiten. Hay fuego, soles abrasadores, que pueden llegar a quemar y tener entonces que esparcir tus cenizas. Es un medio onírico en el que abrir los ojos, despertarse, no significa en absoluto el abandonar el mundo de los sueños. Permanecer en la cama, eso sí, es un medio de repulsa, de protesta y desobediencia al militar. Las calles, ahí fuera, son el escenario catastrófico que parece sugerir el título, con policías que cuentan chistes, cuchillas y peligros. De hecho, las personificaciones, las apariciones de localizaciones concretas y específicas de países o ciudades son para hablarnos de entes que, adoptando miserias y maneras humanas, aprisionan, arrinconan… Sin lugar a dudas hay que escapar de ellas, se tienen que evacuar y dejar abandonadas. Claro, en este imaginario con una coordenada extra más allá de las estrictamente espacio-temporales habituales, en este país de las maravillas que define la banda, que dos personas con cabeza animal libren un combate de lucha libre no ha de extrañar: es precisamente lo que ocurre en la portada diseñada por David Sánchez.
Establecida casi por unanimidad, sin discusión, la conexión con otros proyectos de similar raigambre en lo etéreo como Patrullero Mancuso o El Niño Gusano, lo cierto es que el nuevo álbum de los madrileños parece entroncar con aquel «Living is easy with eyes closed / misunderstanding all you see» de los campos de fresa de los Beatles. Han girado de manera decidida a una manera de sonar que evoca todo el pop, el beat de los 60 peninsulares. Se habla de Los Brincos claro, para anclar la música de Tigres Leones a alguna referencia válida y concreta de ese pop ibérico, pero con el arranque de «Buenos días» por ejemplo, me han venido a la memoria algunas canciones de los Yardbirds. No vale para corroborar esto, la mención a los Kinks que se hace en «Hablan sobre mí«, porque por las mismas, son muchas y variadas las menciones a grupos y artistas bien distintos entre sí. De cualquier forma la mejor de todas es ésta: «¿Qué vais a hacer cuando muera? / No podreis escribir / Se acabará la música buena / y oireis a Ramoncín«.
Guitarras deliciosas y melodías vocales exquisitas marcan el esqueleto del disco. Son más los detalles, qué duda cabe, pero son con esas delicadezas con las que se hila el armazón principal. Pueden llegar a sonar más acústicos, sencillos o pausados, como en el final de «Diez formas de matar el miedo«, pero por lo general, uno diría que es otro el sentimiento detrás de canciones como «Buenos días«, «Fiesta» o el «(Haz) el Raskolnikov«, que suena incluso a power-pop. Algo ya habían anunciado con su single anterior «Muerte a los Muertos» (Sonido Muchacho, 2014), en el que ya adelantaban por ejemplo «España muerde«.
Grabado en Studio B y DGR Sónica, el disco tiene en las colaboraciones, un capítulo destacado. Buscando una voz femenina, dieron, por mediación de Raúl Querido, con la de La Bien Querida, para «Marte«. La canción, una pequeña preciosidad para mi gusto, pierde todo el sentido planetario con el famoso vídeo que Miguel Esteban les ha hecho a cuenta del anuncio de la cerveza. Cobran las imágenes identidad propia e independiente, pero la propuesta es entonces otra muy diferente. El grupo y la misma Bien Querida tienen reservado su papel de secundarios en una historia muy ocurrente que transcurre casi en ortogonal a la canción, que eso sí, sigue siendo preciosa. Por su parte, Javier Molina consigue transmitir parte de la crispación que da a las canciones en Juventud Juché al desquicie de «Evacuad Madrid» y Albert, de Gúdar, pone su voz a «TQM«.
Hacen falta discos que propongan travesías sin brújula alguna, grupos que planteen aventuras sin timón, donde no haya anclas ni referencias. Hacen falta discos que fluyan al ritmo de letras aparentemente sin sentido lógico. Hacen falta bandas como Tigres Leones que nos lleven de la mano sólo hasta el umbral entre la vigilia y el sueño, y que una vez llegados allí nos suelten en caída libre.