En noviembre del 93 y de la mano de Siesta, era editado el primer larga duración de La Buena Vida. Grabado nuevamente en los estudios De Lucas, los medios con los que se contaron no distaban demasiado de los empleados para su debut. A pesar de ello es fácil apreciar cierto desarrollo incluso en el ámbito de lo vocal.
Engrosando la larga lista de grupos que se estrenan con un disco homónimo, “La Buena Vida” (Siesta, 1993) presentaba trece temas, nada nuevos para los que por aquel entonces ya eran seguidores acérrimos de los directos del grupo. Una vez más portada de Aramburu, quien ese mismo año editaba el primer y único disco de Family, “Un Soplo En el Corazón” (Elefant, 1993). El grupo contaría con otra colaboración de lujo: Ibon Errázkin, guitarrista de Le Mans, que ese año publicaban también su primer trabajo, “Le Mans” (Elefant, 1993).
Las expectativas creadas por el anterior EP sumadas a la confianza depositada en ellos por parte de público y medios hicieron del LP un álbum ciertamente esperado. Tras nueve meses, éste vería la luz. El nuevo disco supone una clara continuación del camino seguido en su anterior entrega. Ritmos ágiles, voces alegres y candidez extrema. Con todo eso, la mejora experimentada es más que notable, como también lo es el claro dominio que la formación ya poseía por aquel entonces de los instrumentos, pero de nuevo ensombrecido por la pobreza de unas letras golosas que parecen querer decir mucho y quedarse en nada. En lo referente a lo vocal es de agradecer la mínima mejora experimentada por Irantzu, y lo es más la introducción de una nueva voz, Mikel.
“La historia del señor Sömmer”, inspirada en el relato de Patrick Süskind, es la encargada de abrir el disco. Con una voz no bonita, pero sí correcta, la canción crece con su parte instrumental. Pegadiza y resuelta, el uso demasiado extenso de “paparapás” enturbia el resultado, pero las melodías cruzadas de Ibon, Borja y Mikel a modo de arreglos logran recuperarla. “Como en cualquier lugar” salpica de un toque diferente lo escuchado hasta ahora. Voz masculina, sugerente y acertada para un tema destacable en todos los elementos.
Cuando ya nos habíamos olvidado de la voz femenina, ésta vuelve con más fuerza. “La pandilla”, un tema que hubiera brillado si se le hubiera despojado de todo lo superfluo (letra), ve empañados sus maravillosos sonidos cariocas por una voz que nada combina y una historia que menos cuenta. Y es que si se hubiera liberado del peso de las palabras o quizá de ciertos tonos cantados, muchos de los temas hubieran alcanzado mayor esplendor. Y “Desde el desván” es uno de ellos. Iranztu canta mal. El tono le supera, pero la canción es destacable: el cambio de ritmo, la ayuda brindada por la voz de Mikel, todo un pilar. Linda, atractiva, cada vez más cerca de La Buena Vida, camino que se acorta con “Antesdeayer” que adelantan lo que terminaría siendo el grupo. Arreglos, mucha suavidad y tranquilidad. Susurros y madurez aniñada. Palabras infantiles y fotogénicas encadenadas en historias comunes.
Encasillados dentro de lo que fue conocido como Sonido Donosti, el tema “El mundo es un pañuelo” reúne muchas de las características que se les asociaron, siendo imposible no mencionar otro grupo que por aquel entonces hacía historia, Family. El álbum va tomando cuerpo y presencia. Tras el traspiés que supone “Bar-comedor” y quizá “En tu país” sigue la estela “En bicicleta”, tema que más tarde sería retomado y versionado por el propio grupo, y que sin lugar a dudas es el éxito del disco. Con reminiscencias a Decima Víctima y, de nuevo, a Family, la canción más avanzada del grupo, es perfecta desde el bajo a las guitarras, (una de ellas de Ibon), “desde el cambio en menor hasta la parte final”. Sonido Donosti en estado más que puro y con nota, que hace presagiar lo que el grupo tenía aún por dar.