Disco de debut de Kante Pinrélico que editaron a partir de la maqueta grabada en 1988, de la que dejaron fuera sólo dos temas. En los créditos aparecen Jose Blas como técnico de sonido y el tándem Juan y Tente, guitarrista y batería, respectivamente, como responsables de las ilustraciones y diseño: Caricaturas en sombras de los que parecen los componentes de la banda para la portada y cruces y cipreses de cementerio como contra.
La década que separa la grabación de los temas de la edición del CD juega en favor del oyente, que tiene la oportunidad de apreciar muchos de los destellos propios de la música after punk que se facturaba en los ochenta. Así guitarras como las de «Esto es una violación» tienen algo del aroma que se podía percibir en canciones de Polanski y el Ardor, y los aires siniestros de «Dos hermanas» y «Dr. Jekyll» bien podían emparentarse a las primeras referencias del catálogo del sello Tres Cipreses. Contribuye a todas estas atmósferas la colaboración a las teclas de Kike.
Da la oportunidad este «Kante Pinrélico» de analizar muchos de los parámetros en los que se desenvolverá luego la música de los de Cartagena. Crudamente explícitos, enfrentan de forma directa al sexo bruto al oyente. Bien como la adición junto a la droga de la vecina del primer tema, o de las hermanas de la casa de enfrente en «Dos hermanas«, una canción con guitarras buenísimas. El negocio de venta de las cintas de video con las grabaciones de las sesiones que daban estas dos chicas se vio interrumpido por el ataque al corazón que sufrió un cliente muy especial: el padre de ellas.
Con «Soy lesbiana» tampoco desaprovechan la oportunidad de mostrar con una bofetada la singularidad que parece resultar en un ambiente tradicional, el hecho de que a la hija le den asco los chicos. Es la más lenta y abre una línea de composición que siguen temas posteriores de Kante Pinrélico como «Si me faltas tú» o «Viaje alucinante«, incluidas en discos que llegaron después.
Mucho del interés de la banda a la hora de componer canciones en su trayectoria posterior tienen ya cabida en este su primer disco: Historias de cementerio, de brujas, de criaturas infernales o personajes históricos con posibilidades de asociar a oscuras actividades… Ritmo de punk rock trepidante, vertiginoso y duro como el desplegado en «Doña Urraka«, que monta un hospital sólo para monstruos, que viste de negro y que come hasta hombres.
Maneras incluso ramonianas en «Encefalograma plano«, una especie de Makoki escapado del psiquiátrico y aquejado de lo que reconoce una enfermedad sin solución. Mientras que para «Pequeño jefe«, alejada de todo atisbo gótico se acercan a la opción macarra y correosa.
Más lentos y sinuosos para contar las desventuras de la creación diabólica que es «El engendro«, con el que acaban el disco.
Al punk siniestro de «El enterrador» sigue algo después la adaptación a tonos oscuros de rock and roll clásicos (¿psychobilly?) de «1095 días sin dormir«, uno de los mejores momentos del disco. Sujeto el protagonista a un experimento, se le obliga a la inhumana tarea de no dormir. Harto de subsistir con café y anfetaminas quiere dormir la siesta a toda costa.
A destacar también el «Soy de Kartagena«, todo un himno bastardo para con la ciudad en la que residen: Huele a azufre y óxido de hierro, todos los obreros sufren de aluminosis… Desoladora imagen de su Cartagena en clave de punk rock trepidante y rabioso. Al modo del Bilbao de MCD, de la Bizkaia de Eskorbuto…
Un gran disco de presentación, con mucho de los mejores modos de Kante Pinrélico. El comienzo de la Kofradía.