En estos primeros años del siglo XXI hemos notado el auge de la psicodelia, tanto como estilo como complemento de otros géneros, de una forma más habitual o generalizada de lo que se venía produciendo hasta ahora, que era más puntual y/o aislado. Es lo que se ha dado en llamar, en un arrebato de originalidad, neopsicodelia. No; está bien que sea así, porque, si bien los referentes son los clásicos de los 60, los nuevos grupos tienen un sonido muy actual: no viven del revival, sino de sus propias propuestas. No es aquella psicodelia; es otra cosa.
Dehra Dun, por ejemplo, propone en «Jardín» (Grabaciones en el Mar, 2007)suavizar la psicodelia de aires orientales con texturas pop y, a la vez, con buenos pasajes instrumentales que les acercan al rock clásico y contribuyen a que el álbum sea, propiamente, un «largo»: cerca de cincuenta minutos dura el mismo, algo no muy habitual en la escena indie nacional. El resultado es bastante lumínico, algo denso pero no cargante, a lo que contribuye la claridad del sonido, especialmente de voces y coros. Es en sí una propuesta bastante madurada para un debut -no en vano llevaban tres años trabajando en él antes de su publicación-, lo cual resulta alentador a la hora de pensar en sus futuras producciones.
Pero, sin especular, nos paramos en su «Jardín». El disco lo abre el tema que le da nombre, un incontestable hit que literalmente fluye entre sitares -al igual que en “Órbita química”-, slides y una melodía realmente pegadiza. Como ocurre en diversas canciones de este álbum, la letra es una invitación a un viaje mágico, donde “sólo hay que entrar y flotar”, ciertamente ingenua, o espiritual si se prefiere (para mí es lo mismo). Los desarrollos en “Reinan los sentidos” pasan a ser más enérgicos para rebajar el frenesí con “Sueña y duerme (…Syd)” canción homenaje al famoso músico mas no sólo en título y letra, sino en la nutrida atmósfera que consiguen con unos más que efectivos solos de guitarra de desarrollos cadenciosos.
Entre los momentos más puramente enteogénicos, aparte de la citada “Órbita química”, se encuentran “La señal es un color (purple)” y “La esencia”, gracias al buen hacer de Rosalía Martínez tanto en teclados como con el sitar. Y para lucimiento de las guitarras más rockeras, aún nos quedan “Luces orgánicas” y sus voces dobladas y, sobre todo, “Mister Papi” con el solo más salvaje y libre del disco. ¡Qué valor!
El jardín de Dehra Dun se impregna de suaves aromas y rayos de luz que, abriéndose paso entre la niebla, golpean contra la dura roca. Pero a pesar de su belleza, no es un jardín ideado para contemplarlo, sino para correr a través de él y descubrir los secretos de sus rincones. Y en algún recodo del mismo, hay una verja que lleva a otro lugar, una verja que deseamos que Dehra Dun abra pronto.