Este disco recuperó el buen nivel de Tena, pero no despejó las dudas sobre su intermitente futuro, y me explico: dada su novedosa distribución (sólo por internet) mucha gente no se enteró ni de que existía, y por otro lado estamos ante el trabajo en que menos se implicó el Tena compositor (tan sólo participa en cuatro canciones), algo más que insólito en su carrera. Así, estamos ante un long play que defiende el Tena intérprete y, aunque muchos puristas no lo creerían, sale muy bien parado. De hecho, y como ya adelantaba en el corte anterior, reivindica y devuelve toda la importancia y protagonismo a la herramienta clave de su emotividad y empatía con el público: su voz desgarrada.
Todas las canciones funcionan a un alto nivel y son de gran calidad, y la interpretación de Manolo es exquisita, no exageraría nada al decir que éste es el mejor álbum vocal del madrileño. Las canciones estan heridas, lastimadas y elevadas por esa voz tan descriptiva de los estados transversales del ciclo vital, el sufrimiento se palpa, sobreviene, te intimida y finalmente lo compartes. Quizá podríamos reprocharle a este disco, a pesar de sus divisas, su policromado, es decir, que al fin y al cabo y sin entrar en su conveniencia o no, se juntan piezas de otros años en otros escenarios y se pegan las unas a las otras perdiendo un concepto más unitario, más coherente. De todos modos el diseño gráfico, el más sobresaliente de todos sus álbumes, nos llega a despistar con ese homenaje al cine donde Manolo se disfraza de personajes legendarios del Séptimo Arte, y por un momento creemos que hay una secuencia global y unitaria.
Concluyendo, éste es un disco incorrecto pero muy bien vestido a todos los niveles. Incorrecto porque no es un trabajo a la antigua usanza con canciones nuevas, su glamour se palpa en cada corte, en su libreto, en la interpretación, en casi todo.
Escuchar de repente «Back Home» (Jan Kisjes) es una sensación inigualable, con una interpretación rasgada de country soul y esa voz rota es de lo mejor que hemos escuchado detrás de su nombre, una típica canción de regreso con aires sureños y con una instrumentación minimalista donde Manolo se arranca esos versos de su propia vida, sosegado, libre, ya sin dolor.
«Tiempos nuevos» (Jan Kisjes) es como un amanecer después de la tormenta, habla de la esperanza que aguarda tras todos los naufragios; Manolo irradia ternura, hay una intensidad infantil en el tueste de esta canción, una desnudez completa, la marea nos llevará adonde sea pero la luz nunca nos será ajena, siempre bastará soñar para proyectar horizontes que no tocamos con el corazón. Deliciosa, vaciada de toda distorsión y ornamentos, sencilla, un tesoro que se ha roto con los años pero que aún respira.
Ya hablamos en el single de «La aurora», pero añadiremos que es insólitamente audaz, guerrera, insolente… Manolo escupe cual reportero de The Times los crímenes diarios de una gran ciudad con un corazón enfermo o a punto del colapso, los apuntes de piano meten esos jadeos por las ecaleras interminables del sueño, un saxo diplomático intenta frenar los latidos en el puente colgante de main street pero ya es demasiado tarde.
«Siempre y nunca» es la más rara avis de todas las canciones rescatadas para esta compilación. Manolo participó en el oscuro homenaje a Antonio Vega que es «Ese Chico Triste y Solitario» (Polygram, 1993). El caso es que, por diferentes y variados motivos, el mayor de los reproches aparte de Paco Martín, se lo llevó Manolo Tena. A Antonio le pareció indignante que éste pusiera un tema suyo aunque estuviese dedicado a él, aunque es evidente que Manolo desgranó esta joya con más corazón que otra cosa, sin duda para mi el mayor homenaje a todo el mundo Vega, ya que captura su idiosincrasia como nadie.
«Son de negros en Cuba» vuelve a poner ebrios de son y poesía, es como decía Lorca «calor blanco, fruta muerta». «Todo se mueve» no es más que un remake de una canción de los rivales en aquella preadolescencia de Cucharada, los todopoderosos Tequila que tuvo lugar bajo el rótulo de «Mucho Tequila!» (DRO, 1997); no soy muy amigo de las versiones pero he de reconocer ésta saca bastante ventaja a la original, adolecida por unos medios no demasiado ostentosos. Esta nueva mirada se transforma pronto en circular gracias al ritmo machacón de la batería; al principio la voz de Tena sólo sugiere, apenas se endurece, pero poco a poco, se va haciendo más y más rugosa, la música se va enroscando y uno va dando tumbos sobre si mismo, haciendo círculos sobre el comedor.
«A ninguna parte» es, sin lugar a dudas, otro gran clásico. ¿Quién sino Manolo Tena podría haber cantado esta canción de completa derrota? ¿Quién sino podría haber hecho creíble tanta tristeza en esta balada con aires añejos? Herida abierta, herida extensa. Berlanga lo tuvo claro y se afanó en buscar al perdedor errante, puro Tena, una flecha clavada en la melancolía, en el dolor, en la existencia más dispuesta. Absoluto, desbordado, arrollador.
Si hemos hablar de un testamento vital, sincero, descubierto en el devenir de este superviviente, tendremos que hablar de «Por los amigos». Descubrir todas las cartas, dejar secándose al sol la piel es muy arriesgado y muy doloroso pero merece la pena. Manolo lo entrega todo, sus horas más bajas, la desesperación empujada por la indiferencia, la necesidad de las personas que están ahí siempre como sombras vibrantes aupándote en la niebla. Un tema precioso, desangelado, íntimo con una instrumentación escasa pero latente. Reconciliador, pleno, arrasado, destilando redención y valentía. Sólo el hombre ante la adversidad y sus horrores, un homenaje a los que nunca le fallaron.
Es contradictorio que justo aquí en este trance álgido optemos por dar el primer tirón de orejas a este conglomerado que tanto prometía, y es que uno puede llegar a entender cierta admiración a Otis Redding y a esta melodía mágica, pero de ahí a volver a grabarla otra vez hay varios matices. Este «Sentado en el muelle de la bahía» empieza a oler a relleno y es lamentable porque esta versión a capella supera con creces la del 88. Sólo la voz agujereada del polizón con los murmullos y el moog de una cafetería son suficientes para revalidar este trabajo tan vocal y una mejor autopsia del tema, pero denota cierto distanciamiento y dejadez que no favorecen al conjunto.
Por último esto de cerrar un disco como se empieza siempre me ha agradado, pero cerrarlo exactamente igual que como empezó exceptuando el idioma es el mayor error de todo el trabajo, y una verdadera pena porque llega a empañar un álbum que, sin un protocolo tan gastado, podría haber logrado elevar de nuevo al Tena más alquimista a los altares. «Volver al hogar» no merece la pena.
Manolo acaba el libreto rescatando una cita de la poesía underground inglesa que dice que «Todo el mundo dice que es más fácil comerse una manzana que hacer un poema… pero también es más fácil comerse un poema que hacer una manzana». Pues eso, es más fácil comerse este disco que pensar lo que podría haber sido, si alguien realmente quiere descartar su curiosidad por el madrileño éste es el mejor comienzo posible. «Insólito» nos devuelve todo lo que Tena ha significado y a pesar de sus bromas pesadas y una mirada de reojo sigue sabiendo muy auténtico.