Ya desde el principio, con el diseño de la portada -a cargo de Don Rogelio J-, el cartón que se abre descubriendo el vinilo, se percibe un sello especial en este primer álbum de Las Rodilleras. Grabado en su local de ensayo, con un amigo, Santi, al mando de las cuestiones técnicas, y mezclado y masterizado por Vicente Mezquita, es algo más que un simple disco de un grupo con querencias por sonidos turbios.
No es miedo a lo vacío a lo vacuo, lo que dicen proclamar de partida, sino al exceso que satura, rebosa y finalmente ahoga. Se centran las valencianas principalmente en sus letras en la oscuridad, la noche, sus criaturas, miedos y perversiones. Insomnios, cuchillos, vampiros, muerte y seres solos en mitad de multitudes… Dicen no haber buscado una línea a seguir en su música, pero la querencia por los ámbitos tenebrosos es evidente.
Construyen su propuesta con reverberaciones que parecen venir rebotadas sobre planchas metálicas, con la voz de Gema jugando a contener la tensión o dispararla según se tercie, y en ocasiones, con los ecos de las voces de las dos Marías, desde el bajo y la batería.
Se trata de punk oscuro como el de «Cerdo pútrido» en el que comparten el desprecio que desprendían algunas de las composiciones de Desechables. Además estirando las comparaciones con la banda catalana no está quizás de más indicar el paralelismo con el «Johny es un traidor» de aquellos a la hora de escupir sobre el putrefacto y pútrido protagonista de la canción de Las Rodilleras. Como ellos trabajan la actitud chulesca e incluso barriobajera en momentos de «Repulsión«.
O se trata, como en el caso de «Sosa caústica«, de composiciones con cuerpo y estructura de un rock and roll clásico contado y ejecutado con las sinusoidades oscuras habituales de la banda, con aires de psychobilly como en «El alba dorada del amanecer» o como «Vigilia«, que muestra las posibilidades de un género entendido incluso como perversión para describir patologías y desesperaciones nocturnas.
De los gustos de la banda, los que de alguna manera han podido condicionar los derroteros por los que ha evolucionado su sonido, algo dicen las versiones que han seleccionado para este álbum: Death in June («She said destroy«) o Germs («Formando«). Si bien para la primera -para la que incluso elaboraron un videoclip- es clara la mano de Las Rodilleras para hacerla suya, acelerarla un poco por ejemplo, con el tema de los de Los Ángeles parecen haber optado por una mayor fidelidad para con el original.
Son muchos los grandes momentos del disco; yo destacaría «El extrarradio» -«Mi vientre dice mañana es el día«- o la enérgica «Homicida«, canto de la alimaña antisocial perseguida y con dos cadáveres en el maletero.
De obligada escucha.