A caballo entre lo circense y los dibujos animados, las melodías Pegamoides introducen trepidantes historias cuyos personajes se entremezclan con sonidos sintéticos para hacer de lugares tan dispares dentro de la cotidianeidad, tales como un hipermercado, una playa o un hospital, escenarios por los que desarrollar aventuras tan surrealistas y paranormales como cercanas y frecuentes.
Canciones breves y eléctricas provistas de letras graciosas con gracia, despreocupadas, frescas como merluza de ultramarinos, nos llevan de una a otra sin descanso: el tándem funciona a toda máquina y casi sin darnos cuenta, tras un estallido que bien podría significar el final de una partida de marcianitos, ya estamos sumergidos en un enredo ranchero de amor almibarado.
Del pop sintético al ultrapop, con falsete conseguido de una Alaska más rosa que nunca sostenida por unos acertados coros que van allanando el terreno para que entre sin dificultades la personalidad de Carlos, que, aprovechándose de todos los miramientos dedicados por su timorata condición, irrumpe formando un estruendo silencioso como sólo él podría causar.
«El hospital» es Berlanga en estado puro, el lazo nunca sobradamente reivindicado entre Vainica Doble y el pop desnudo y sin artificios de grupos como Le Mans, con letras simples pero no simplonas, sencillas pero elaboradas y que se acercan por uno de los costados del pop a la perfección musical tal y como un servidor la entiende.