“Hielo Rojo” (EMI-Harvest, 1984) contribuyó a acrecentar la popularidad de Tino Casal, al ser escogido uno de sus temas, “Pánico en el Edén”, como sintonía oficial de la Vuelta Ciclista a España para TVE. Sin embargo, aunque suene duro decirlo, este sería el mayor logro del disco, pues evidentemente nos encontramos ante el trabajo más flojo del fastuoso artista.
Un comienzo más que discreto con “Teatro de la oscuridad” y “Muñecas”, nos hace presagiar que estos rechinantes estribillos no van a ser precisamente los que nos encandilen, así como que el cambio continuista hacia vestigios algo más tecno-pop, a veces al más puro estilo Depeche Mode, no va a ser asimilado bien del todo.
“Loco suicida” parece dejar entrever una ligera remontada, de nuevo con esos ritmos adictivos a los que otras veces Tino nos tenía acostumbrados. La mejoría en esta parte central del álbum queda refrendada con la llegada de “Hielo rojo”, un seductor acierto a la altura de sus mejores composiciones. “Flash de cámara” sigue manteniendo el tipo, haciéndonos soñar de nuevo con la posibilidad de hallarnos ante un nuevo magnífico trabajo, pero, siendo realistas, tan sólo se trata de un tema decente a la sombra de todo lo anteriormente conocido.
Con la melodía ciclista, empieza la confirmación del declive. A lo Kraftwerk, nunca mejor dicho, se hace ya no sólo aburrida, sino insignificante, lo que es sin duda muchísimo peor. Y es que los temas se tornan intrascendentes, consecuencia de haber apostado por una línea continuista sobre algo difícilmente superable. Esto mismo ocurre con “Bailar hasta morir”, un fallido intento de hacer un nuevo champú que quizás de forma sugestiva recuerde al “Bailando” pegamoide y que, bromas aparte, se queda en solo eso, un intento.
Se despide el disco con “Miel en la nevera”, una bonita balada que ni justifica ni sostiene la mediocridad del conjunto, y cuyas letras dejan en evidencia a sus compañeras de continente.