Grabado en los estudios IZ de San Sebastián de Kaki Arkarazo, que además de ingeniero de sonido aparece como responsable, junto al propio grupo, de la producción del álbum. Al respecto José G., el cantante, se manifestaría algo desilusionado por haber esperado una mayor implicación de Kaki en lo referente al aporte de ideas nuevas a las que tenía el grupo.
Aunque grabado en mayo de 1992, no fue hasta el año siguiente que el disco salió a la calle.
Las letras son obra de José, el cantante, salvo la de “40 noches, 40 días» (que aparece, quizás por error, con diferente nombre en la lista de la contraportada y en el libreto con las letras), firmada por José Anitua, el que, tras acompañar a José G. en Jugos de Otros, formaría Cancer Moon. Tampoco “Digital” es composición del grupo, sino que se trata de un extracto del poema “Anticurriculum vitae” del autor de teatro Luis Riaza, que inspirase, con una obra suya, el nombre del grupo. Para la música, José sólo admite ayudas de su hermano en “La forma del fémur”, “Digital” y “La nostalgia del canibal”.
Disco crucial para entender la propuesta oscura en lo musical y encriptado de muchas de sus letras que El Desvän del Macho forjarían como estilo propio y distintivo.
El aire siniestro, de peligro inminente no tiene que ir ligado a lentitud. Muchos de los temas poseen un ritmo trepidante, marcado por un bajo con mucha presencia, jugando un papel fundamental, como ocurre en bandas como Primus o Stranglers (como en «Tumor cerebral«), confesa devoción de José. De igual forma la textura creada por las guitarras, y que de alguna manera hacen de hilo conductor entre muchos temas del disco, hacen pensar en rincones sonoros de los discos de Sonic Youth. Es el caso de «La forma del fémur«, o los comienzos de canciones como «La incineradora» o «Digital«.
La primera de ellas tiene un arranque a guitarrazos y distorsión, adoptándose sonido de sirenas. El bajo, por su parte, se muestra hormigueante y la batería sugiere contrapelos constantes. Heterodoxia musical que lleva a una aceleración hasta estrellarse.
Diríase que los temas, a grandes rasgos y en una clasificación muy grosera, pueden ser de dos tipos diferentes. Por un lado hay canciones que comienzan muy lentas, con intros de guitarra a un ritmo en el que parecen pedir agónicas un piano que se les una y ayude a así a congelar el tiempo para siempre. En algunos casos lo consigue (“La nostalgia del canibal”). Admiten en su evolución, eso sí, una explosión interna, como una bocanada de lava en un volcán en actividad, como una convulsión provocada por una burbuja de gas que necesita romper y escapar al exterior.
Otras composiciones por el contrario, consiguen mantener un ritmo veloz constante, trepidante pero sin atropellos. En ellos el bajo se acerca y aleja de la guitarra para aportar la dosis justa de oscuridad. A esta categoría pertenecería “666”, un tema con referencias a Dios y el Diablo. La letra juega con la numerología de estos personajes, al estilo de la de “Monkey gone to heaven” de los Pixies.
«Un agujero en mi corazón» está construida a partir de secuencias grabadas que confieren al tema un halo de misterio. Cantada desde una aparente paz y tranquilidad que no se encuentra en muchos otros rincones del disco.
«Digital«, de título idéntico a la primera grabación de Joy Division con ese nombre tras dejar de llamarse Warsaw, es uno de los mejores temas del álbum. Tarareos para un instrumental y batería casi marcial. Podría ser la composición de cualquier banda británica de la onda siniestra del post-punk. La misma Siouxie, por ejemplo.
Acompañando a unas letras estrictamente personales, en muchas de las canciones la música es igualmente innovadora. En «La fábrica neumática» la batería parece dejar de seguir la secuencia normal. Sus arrancadas y aceleraciones marcan, junto al bajo, el aumento del ritmo, como un corazón acelerado. Consigue destacar como muy personal incluso en la heterodoxia general que marca todo el disco.
Igualmente en «Exploración anal«, canción de lo más recomendable, unido al hilo temático de las guitarras, el bajo confiere una dosis de intriga y siniestralidad a velocidad de crucero. La batería queda finalmente sola para terminar de matar la canción.
Samplers («La piel«), filtros en la voz («Sobre carretilla de muertos«) y un mínimo apunte instrumental («[d] Convulsión«) nos colocan en el final del disco.
“La nostalgia del canibal” toma su nombre prestado de una composición de Salvador Dalí. Arranca como un goteo interminable, con gran lentitud. Comparte aires con otro grupo interesante: Claustrofobia. Secuencias mecánicas, industriales que alargan el tema, como si de un disco rallado o un CD defectuoso, hasta agotar tu paciencia. Se trata de eso, de terminar un disco inquietante habiendo provocado la reacción del que lo escucha. ¿Entiendes ahora por qué es la única canción para la que en vez de números, en la duración, pone infinito? Me temo que tienes que esperar hasta el final, porque terminan volviendo… y se convierte en uno de los temas de ritmo vivo.