Un disparate negro y redondo con un “bujerico en tol medio” como dirían los de La Charanga del Tío Honorio. Premeditada garrulería no exenta de ese atractivo que exacerba las más bajas pasiones musicales del oyente en el contenido de este LP, que hoy algunos denominarían bizarro y que significó la puesta de largo del rock rural. Las letras repasan la imaginería rural y silvestre de cabo a rabo. Continuas referencias al paisaje pueblerino, el ganado y los productos hortícolas en las letras y rimas tan “felices” como: «Cuatro ojos que tiene el puente, yo tengo tres solamente. Dos son para mirarte y el otro pa’hacer de vientre”.
En cuanto a las músicas, el trío demuestra que se mueven bien en el terreno de los arreglos y son capaces de abordar de la forma más tópica posible cualquier estilo. Así tenemos varios rock de libro como “Ay, cordera” o “Boina roz”, una versión del “Johnny B. Goode” que pondría la cara blanca al mismo Chuck Berry. También el twist tiene su sitio como queda de manifiesto en “El tuis de mi vaca Serafina”. El country, más country que nunca con coros de borregos y patos está representado en la poca atractiva “Los animalicos”. En la misma cuerda, pero con un aire a ranchera, se encuentra “Me parece que hoy tatizo” con recitado bestia y hasta una steel guitar en el acompañamiento. Por no faltar, no falta ni siquiera el himno del equipo de tercera regional “Cebollinos F.C.”.
Los tipos de la boina calada y las cejas en línea tienen su corazón sensible y son capaces de sacar a pasear su vena más romántica con esa desgarrada balada en forma epistolar titulada: “Mi querida Severiana”. El disco se completa con los dos temas editados el año anterior en single y cuatro breves e inenarrables partos, uno por cada componente de La Charanga y otro general.
En fin, un disco que hay que escuchar en su contexto festivo, pues si se intenta aplicar un cierto método analítico, sería letal para el oyente. Con todo, se hincharon a vender discos y creó un modelo que, esporádicamente, llega hasta nuestros días.