Negu Gorriak utilizaron su segundo disco precisamente para reivindicar y dejar clara (tal y como indica el título) cuál era su actitud. A partir de la foto tomada del videoclip para el tema «Seinalea» de su anterior trabajo «Negu Gorriak» (Ohiuka, 1990) se muestran liderando la aparente manifestación popular (con radio-cassette incluido) plagada de camisetas con el nombre del grupo, ikurriña, bandera roja y bandera pirata.
Para su grabación la banda, reforzada ya con la participación de Mikel Cazalis (Anestesia) y Mikel Abrego (BAP!!) como miembros fijos para el bajo y batería, respectivamente, entró en abril de 1991 en los estudios IZ de San Sebastián.
Diríase que mucho del espíritu de esa demostración popular de la portada es la que queda recogida en el temas «Epílogoa (Gora Herria)«, que sirve de cierre del disco casi a ritmo similar al del mítico «Nicaragua sandinista«. «Riámonos con ganas chicos y chicas, pues un pueblo que canta no muere» dicen en la letra del que es un auténtico collage que tejen a partir de retales musicales diversos, igual que el previo «Euskal herri nerea» en el que se oye hasta la voz de Antón Reixa.
El comienzo, titulado explícitamente «Sarrera» («Introducción«), también consiste en un entramado de fragmentos tratados via sound system para dar enseguida paso a las guitarras duras y rapeados al más puro estilo Negu Gorriak revistando las maneras de Beastie Boys o Public Enemy.
«Bisitari irautzailea» y su crítica a los pseudorevolucionarios es probablemente uno de los momentos más logrados. Atrapa y envuelve en lo que la letra se despacha a gusto con quienes parecen visitar como turistas los lugares de revolución iberoamericana.
Mucho más amarga y dura, con cuerpo en realidad de punk hardcore sin aditivo alguno de hip-hop es «Zipaioen matxinada«. Tras una descripción del origen del término «cipayo» establecen la analogía con los vascos enrolados en las filas de ertzaintza «ahora al servicio de la corona española«. Eso sí, advierten que el País Vasco no es la India.
Balas («Lehenbiziko bala«), puntos de mira («Begipuntuaren xedea«) y pistolas (la que dice -irónicamente- no volver a querer utilizar el personaje del poema de Xabier MontoiaAñade este contenido (Hertzainak, M-ak) utilizado para «Azkena«), están bien presentes en las historias de Negu Gorriak. No en vano, comentan en una de los pequeños «comunicados» que intercalan en su disco precedidos con un «NG», «Utilizamos la fuerza para responder a la violencia«. El grupo, como ya se hizo en realidad en los tiempos de Kortatu, se posiciona en lo que respecta a uno de sus principales caballos de batalla: la relación del País Vasco con el Estado español. Sus letras, acompañadas en la mayoría de los casos por la versión más dura de su música, se ven así ineludiblemente afectadas por elementos del paisaje de la realidad vasca en los 90.
Pero sin duda el verdadero paso adelante a la hora de golpear al invasor se da con «Ustelkeria«. Precedido por un pequeño receso de DJ a base de golpes como de hacha cayendo sobre el tronco y scratches, es en realidad una conversación telefónica con fondo musical intrigante y amenazante entre X (Fermín) y K (Kaki) en el que se cuenta (con apellidos) sobre la participación del teniente coronel de la Guardia Civil Rodríguez Galindo, responsable del cuartel de Intxaurrondo en San Sebastián, en la desaparición de cierta cantidad de cocaína de un alijo incautado en la denominada Operación Bidasoa. Fermín repite como único estribillo un «Jada ez nau ezer harritzen» («Ya no me extraña nada«). La letra de la canción les valdría una denuncia interpuesta unos años después por el mando policial aludido, lo que marcaría desde entonces la marcha del grupo.
Como ya hicieran en su disco anterior, el bertso-hop encuentra un hueco en los discos de Negu Gorriak. En este caso es un breve apunte, «Buru garbiketa» («Lavado de cerebro«), compuesta a partir de versos populares con fondo de percusión programada. También tiene letra de canto popular «Itxafero mekanikoa«.
En lo que será seña de identidad de la banda, el de acondicionar completamente a su identidad propia temas del repertorio de otras bandas, se incluye «Song number one«, una versión de Fugazi en la que se critica a todos aquellos de la escena punk que, salvo críticas destructivas, no aportan nada en realidad.
Con este disco además Negu Gorriak iniciaba la andadura de Esan Ozenki, el sello propio con el que editaron todos sus restantes trabajos, así como el de bandas amigas. Se terminaba así la relación con el sello Ohiuka, iniciada muchos años atrás desde los tiempos de Kortatu].
Un trabajo altamente adictivo, que gana con cada escucha hasta hacer pensar si no se trata quizás del mejor disco de la banda.