«Grandes Tormentos» (Everlasting, 2010) es la tercera referencia de un grupo que desde su primer trabajo no ha hecho más que desplegar una propuesta cada vez más compleja y exquisita.
Tomando como punto de partida las composiciones más outsiders de «Podrida Ser» (Famelia / ¡Brama!, 2006) como podrían ser «Hoy no he visto la luz» o «Calcetines rojos de la suerte», Rosvita nos regalan diez canciones marcianas con estructuras geométricas y desarrollos acelerados e histriónicos que les acercan a formaciones como Los Campesinos!, The Mae Shi y Micachu & The Shapes, o a Campamento Ñec Ñec en la escena nacional, con un regusto infantil a lo Internet 2 y el surrealismo de Algora (atención a el «Perromono»).
Pero dejémosnos de compañeros de viaje. Lo que Rosvita hacen es desarrollar de una manera impoluta la que es sin duda una de las propuestas más atrevidas e interesantes de nuestro país, cargada de detalles bajo sus ritmos premeditadamente atropellados, desde el bajo seductor de «Sopita» al histrionismo surrealista de «Qué bien el Coco» o «El rocanrol del Macramor», los ritmos cariocas mecanizados de «El lavalava» y sus finas castañuelas a cargo de Eva Boucherite, o lo sugestivo de «Perromono».
Un gran disco de una gran banda que no deja de crecer, y a la que, dado su inconformismo y su carácter inquieto, se le augura un futuro más que prometedor. Y de nuevo, un diseño, esta vez a cargo de Rafael Jaramillo, muy por encima de la media. Como Rosvita, en sí mismo.