Con su tercer larga duración Jay se muestran más maduros, dejando a un lado el ruidismo de sus dos primeras entregas para desarrollar doce canciones que profundizan en las distintas vertientes de la psicodelia. Todo ello aderezado con desarrollos noise, pop, electrónica, rock sinfónico, cumbia y ecos flamencos. Un trabajo aperturista que nos muestra a una banda en continua exploración.
“Llegó un punto en el que las referencias que se percibían en lo que hacíamos ya no nos representaban demasiado. Llevábamos un tiempo muy metidos en otros sonidos: hip-hop, flamenco, cumbia… Simplemente intentamos componer sin prejuicios ni barreras de ningún tipo y todos estos estilos se fueron manifestando de manera natural, fue muy divertido todo este proceso” explican. Se muestran ilusionados con un futuro que todavía no está escrito, “es imposible saber qué camino seguiremos a partir de ahora. Siempre nos planteamos el grupo como una forma de hacer la música que nos dé la gana, sin esperar que a nadie le guste, y esta siempre fue nuestra seña de identidad. A nivel oyentes siempre fuimos muy inquietos, nunca exploramos demasiado estilos concretos, nos mola estar siempre conociendo formas nuevas de hacer música y sorprendernos constantemente, si no nos rayamos un poco la cabeza. Así que ni idea del camino, igual nos compramos guitarras acústicas y nos pasamos al folk, igual cambiamos nuestros instrumentos por samplers y sintes o igual volvemos al noise rock de la primera etapa, el tiempo lo dirá”.
Un disco con el que estrenan discográfica, Matapadre, y formación, la compuesta por Julián Goica, Brais Otero, Fiz García y Fernando Areal.
Abre «Alunizaje» un medio tiempo etéreo y ensoñador que enseguida se adentra en terrenos psicodélicos. Tras la introducción, la escucha de «Menos corpóreo, más real» sirve para entender perfectamente el cambio que trae consigo este disco. Sonidos coloristas y luminosos que dejan atrás el ruido que protagonizaba sus anteriores entrregas. Una canción caleidoscópica en la que el pop, la psicodelia y la evocación son las protagonistas… «Desde que era un niño / soñé con alcanzar / las cimas más altas / para arrojarme a la verdad… Menos corpóreo, más real».
«Grillera» comienza adentrándose en la electrónica oscura y en desarrollos sonoros del hip hop para penetrar con la llegada de las voces en el rock sinfónico cargado de transcendencia. Un corte, que al igual que el disco, es una especie de aventura o safari musical en la que continuamente van pasando cosas.
Mantienen la sana costumbre de versionar una canción de Indómitos en cada uno de sus discos. Si en «Vacaciones en Vietnam» (Discos Humeantes, 2013) se acercaban a «El rapto» y en «Los Colegas no Te Olvidan» (Discos Humeantes, 2015) incluían «No aguanto«, aquí le toca el turno a «Crisis de identidad«. «Si te desanimé» es otra versión, en este caso de Aries.
Destacar la poesía colorista plagada de sombras de «Mi más sentido pésame«, esa especie de post punk eléctrico de «El fondo del mar está lleno de valientes«, el hip hop a lo Beastie Boys de «Qué me cuen«, y el flamenco enrarecido y fronterizo de «Potrera«.
«Mi cerebro no olvida» llega cargada de tensión y misterio -«Tengo pánico aún sin peligro«-, «El gris» es experimentación con una clara base psicodélica y «Colores en la sien» la redención a base de pop y de esa psicodelia protagonista en muchos momentos del álbum.
Un disco caleidoscópico realmente interesante que precisa de varias escuchas para asimilarlo. Es más, con cada nueva escucha se perciben nuevos matices. Un viaje musical en toda regla cargado de poesía, psicodelia, pop y buenas canciones.