El debut en solitario de Pablo bajo el epígrafe de El Guincho es un CD-Rom de sonido casero y aspecto amateur que, a pesar de todo, encierra una magia muy especial.
Estaba Pablo jugueteando con un sampler recién comprado y uniendo cacho a cacho los sonidos que quería juntar para una canción. Probaba unos y luego otros; poco más que extirpar esa idea de su cabeza y plasmarla en algo más o menos tangible. No mucho después, en plena vorágine creativa (la que a su vez dará pie a su siguiente trabajo) se publica este álbum y, tal vez por ello, el resultado sea tan casero. Sin embargo, las ideas y las canciones están ahí. Y, por paradójico que parezca, ese amateurismo, reflejado en un sonido bajo y con eco, como el que se da en el umbral de una cueva, es el que le otorga ese aura mágica; es la entrada a un mundo de ensueño que nos transporta a un lugar cándido, de texturas traslúcidas y recogida alegría, todo ello muy infantil.
Es imposible no emocionarse con la candidez surrealista que desprenden letras como las de «Color de galleta» o «Es mejor ser un kart«, sentirse abrigado con la arrulladora voz de Pablo, y con esas estructuras circulares («100 veces fuego» le encantaría a Peter Pan) que abrazan cálidamente. Sin necesidad de buscar parecidos o referentes, «Folías» (Discos Compulsivos / LUVLUV, 2007), con toda su modestia, consigue al menos capturar una esencia muy especial, casi paradisíaca. Si tal vez aquí suene precipitado, en el siguiente el «casi» ni existe. Pero eso lo contamos mejor en su lugar.
El disco, como se dice, era un CD-Rom, con el collage de la portada y uno interior hechos ambos a mano, en una edición limitada y numerada de 50 copias ya agotada. Tras ello, el sello lo puso a disposición de todo el que lo desease en descarga directa y completamente gratuita. Si buscan un poco, por ahí sigue disponible.