Flores en el Manicomio

Para su siguiente trabajo Txarly Usher apostó por la práctica total autonomía. Se retiró a un pequeño pueblo de La Rioja (Cuzcurita del Río Tirón), adonde trasladó su estudio, y se encargó él de todos los detalles, desde las letras, música, grabación y posterior diseño y edición. Una vuelta de tuerca a la introspección de un proyecto personal que, sin embargo, no duda en apoyarse en amigos en ocasiones. Ahora no, ahora se trata de Txarly solo frente al espejo, como en la fotografía autorretrato de la portada del disco.

Precisamente en lo musical cabe destacar el giro decidido hacia atmósferas etéreas y planedoras construidas a partir de la electrónica, herramienta que asomó sólo ligeramente en su anterior «Cuentos Infantiles» (Autoeditado, 2011). Esa condición de oscura cristalinidad no hace sino reforzarse por el susurro como de viento en el que se escucha su voz.

Composiciones lentas que amenazan en ocasiones con levantar el vuelo, pero que, en ocasiones, como «EME«, deciden finalmente no hacerlo, permaneciendo en una quietud contemplativa. Esa aparente contención es la que también engancha a «Europa sangra«, ligeramente más alegre o viva que el resto, y que hace pensar en unos Jesus and Mary Chains ralentizados.

Pero puestos a señalar los momentos más sobresalientes, yo no dudaría en apuntar hacia «Olvídame» o «Endulza mi descanso«. Atrapan, sobrecogen y te llevan alto… condiciones más que suficientes para convertirlas en algo muy especial.

Para terminar el disco, «Perras de diamante» no es ciertamente «Diamond dogs«, pero parece querer hacer un pequeño guiño de nuevo a Bowie. Con ella, Txarly se permite el único destello hacia el espíritu cabaretero que parece vertebrar su proyecto, del que este «Flores en el Manicomio» bien puede ser su mejor obra.