Con este modesto sencillo debutaba Betina con catorce años recién cumplidos y una voz de sorprendente madurez y fuerza. Dos temas de compositores de la casa tan prolíficos como el maestro Laredo, que firma la balada de la cara B.
Aparte de asistir a un chorro de voz bien controlado, poco más puede encontrar el oyente de este disco. Melodías anodinas, acompañamientos orquestales del montón y una nueva cantante asomándose al panorama musical español, aún en mantillas. Lo de las mantillas va tanto por la cantante en cuestión como por la música española en general.
La canción principal es un tiempo medio que suena hoy irremediablemente anticuada, pero que responde al estilo de música comercial de consumo fácil en el momento en que fue parida.
El disco pasó desapercibido, ahogado por la pléyade de cantantes similares que por entonces deban sus primeros pasos, aunque hay que reconocer la valentía de Betina o sus mentores en abordar temas desconocidos y no caer en los covers de éxitos foráneos, que constituían la inmensa mayoría de los discos que se fabricaban en España en aquellos momentos.