Los mandamases de la discográfica Philips olieron enseguida el triunfo de “Terciopelo y Fuego” (Philips, 1978) y se aprestaron a editar un LP destinado al siguiente año para extender los réditos comerciales.
El crítico musical de ABC, Mariano Méndez Vigo, escribió entonces: “Terciopelo y fuego, su obra clave, un irresistible tema de amor tratado sin tópicos y con el aroma mediterráneo de las costas mallorquinas. La profecía, ritmo más fuerte de herencias rock con un destacable solo de guitarra y unos casi mágicos efectos corales…” Y así seguía desgranando una a una las diez canciones del LP.
Barroquismo sonoro heredero del rock sinfónico, alardes instrumentales que suenan a falsa facilidad en los punteos, y teclas y baladas excelentemente trabajadas en las voces concretadas en temas relativamente parecidos entre sí: “Tiempo” y “Quiero ser tu amigo”, que definen lo que podríamos denominar Sonido Falcons. Delicias acústicas que arrullan al oyente, caso de “Di por qué”, magistralmente cantada por Damiá con un acompañamiento y unos coros a su medida que envuelven sin estorbar.
Pero una canción en la que realmente hay que detenerse es la enorme “Rojo y azul”, un alegato pacifista que avisa de los peligros de un enfrentamiento mundial, llamando a las cosas por su nombre: “hoz y martillo, barras y estrellas, tirano rojo, tirano azul”. Un alegato que no se queda en mera letra, sino que plantea una pieza preciosista con un escalofriante solo de guitarra y un brutal cambio de ritmo para dar entrada a unos teclados bélicos que mancillan la suave melodía, convirtiéndola en una agonía descriptiva finalizada en un estallido sin esperanza y esa frase preocupante que remata todas las estrofas: «…yo no quiero estar”.
Podemos levantar el brazo del tocadiscos y dejarlo caer al albur. Seguro que lo que escuchas es interesante. Rock de trama gruesa para “Dance rock and roll”, cantada en inglés y que tanto me recuerda a Status Quo. Toda una banda sonando como una renovada caja de música en “Princesa del amor” con un trabajo primoroso de estudio de grabación y así podríamos seguir derramando elogios sobre este disco.
Un long play que puso el listón a una altura tal que, no es que no lo superaran, es que ni se acercaron lo más mínimo en sus siguientes producciones, marcando el triunfo y el fracaso de la carrera de Falcons y por que hoy es considerado un grupo de una sola canción.