Lume es el proyecto personal del ferrolano afincado en Madrid Eloy Platas. Tradición musical gallega en pleno siglo XXI. Un acercamiento a la música tradicional gallega desde la heterodoxia. Una asociación de folk, noise, electrónica oscura, drone y tintes industriales.
Para definir el sonido habla de Traditional Galician Noise. Cuando se le pregunta sobre las influencias o fuentes de la que bebe, afirma “no sé. De verdad que no sé. Podría poner una lista de nombres de aquí y allá o de discos que creo que me han influenciado a nivel sonoro o conceptual, pero es lo que veo yo desde dentro. Un oyente externo va a relacionarlo con otras cosas y un tercero con otras distintas y un cuarto nos dirá que estamos todos equivocados.
Lo que sí que tengo claro que me ha influenciado es la música tradicional gallega, no la música en sí, que también, si no el cómo se ha ejecutado a lo largo del tiempo. A día de hoy estamos acostumbrados a ver mil panderetas, gaitas y demás, pero en una ruada, incluso grande, de hace 60-80 años lo normal es que panderetas hubiese una o dos y gaitas igual porque el gallego medio era muy pobre. El resto de la gente que no tenía instrumentos ‘de verdad’ tocaba con lo que tenía a mano, conchas, botellas, cucharas, tenedores, molinillos de café, etc. Lo que pillara, todo valía. Y eso me enseñó que el instrumento no importa, importa cómo lo tocas y el uso que le das. Entendí que no necesitaba instrumentos nuevos ni mejores equipos ni nada, de hecho cada vez tengo menos y aprendí que la austeridad instrumental beneficia a la música. Y te lo dice uno que mitificaba sintetizadores y reverenciaba amplificadores”.
Detrás de Lume hay un imaginario que lo impregna todo. La Galicia rural y celta, los símbolos sobre piedra… “Siempre me gustó la mitología, antropología, historia, religiones antiguas… todo lo atávico. Soy de todo menos un experto y esos son solo algunos de mis intereses, es decir, ignoro mucho más de lo que sé y tampoco le dedico mucho tiempo, pero todos esos temas y conceptos sirvieron de guía en el proyecto, que en realidad no es otro que encontrarse a uno mismo en la actualidad, desde sus entrañas. Tiré del hilo y es lo que salió. Por otro lado, guardo un recuerdo imborrable de cuando de pequeño íbamos a la aldea, a Coruxou y a Labrada, era como retroceder en el tiempo, era algo mágico, casi místico. Mi abuela además creía en el trasno, en los mouros, en la Santa Compaña, en las meigas, en los responsos, en levantar la paletilla a distancia, en todo, a pies juntillas. Pero como ella decía, ‘cando chegou a luz eléctrica todo iso acabouse’. Hacer música con electricidad referenciando esos temas me pareció una dualidad muy poderosa”.
Toda esa mística y tradición queda recogida en estas ocho canciones que combinan presente y pasado. Una revisión experimental de la tradición que desprende libertad y frescura en todo momento.
Con respecto a la grabación afirma que “fue un poco un cristo. Después de grabar yo unas maquetas, la grabación final se realizó en los estudios T-37, contando con la ayuda de mi amigo Edu N’gongo. Lo teníamos todo preparado para realizarla en el puente del 1 de Noviembre del año pasado. Era Samaín, fin de ciclo y comienzo de uno nuevo en el mundo celta/atlántico. Estudio entero para nosotros, micros buenos, todo cuadraba, nada podía fallar. Pero solo pudimos grabar una parte porque agarré un griponcio de cuidado, me subió la fiebre y me puse fatal, así que tuvimos que repetir dos sesiones más en diciembre y enero. Luego empecé a mezclar, pero en la mitad tuve que cambiar de estudio y vuelta a empezar la mezcla con aparatos que no conocía. Algo que en un principio iba a ser rápido fue muy lento y frustrante, pensé que no acabaría nunca”.
En el disco nos encontramos con piezas de tradición popular, y piezas clásicas como el “Quen poidera namorala” (Luis Emilio Batallán)… “No distingo entre piezas tradicionales y piezas clásicas. Si un tema como ‘Quen podera namorala’ es conocido y cantado por varias generaciones, como ya lo es, automáticamente se convierte en tradicional. No veo diferencia o línea de separación. A medida que iba investigando aparecían temas, refranes, melodías con los que por una razón u otra me sentía identificado. Y sigo encontrando más, el proceso no ha acabado, me veo envejeciendo haciendo esto. Uno busca y los temas aparecen”.
Hay también acercamientos a «Negra sombra«, uno de los grandes símbolos de la música gallega; desarrollos orgánicos ambientados en el bosque con ritmos acústicos enlazados con el fluir del agua -«Lémbraste«-, pandeiradas llevadas a un nuevo nivel -«Pandeirada de Tella«- y cortes experimentales cargados de melancolía y morriña -«Lonxe da terriña«-.
Un viaje intenso y apasionante que nos permite ver con otros ojos la tradición, acercándola a la vanguardia, utilizando como billete la experimentación.