Si bien es cierto que «Todo Está Podrido» (DDT, 2002) ya había roto el maleficio que parecía recaer sobre Odio cada vez que trataban de editar un disco, es probable que no sea hasta este «Esclavos del Capital ¡¡¡Miseria Para Siempre!!!» (Fragment, 2011) que realmente sintieron haberse sacado la espina. Corresponde a una trabajo de estudio (realmente en su local de ensayo EMTE en Orereta-Rentería) a diferencia del anterior que había sido confeccionado a partir de fragmentos de conciertos en los que a veces el sonido flaqueaba.
Se registraron los temas entre el final de 2010 y comienzos de 2011 y se mezclaron en los estudios Zuzen. Es por tanto una revisión, mucho tiempo despues, de material que la banda tenia desde 1979 a 1994. La comparación con el sonido que tuvieran aquellos cortes entonces queda sólo para los miembros históricos de la formación -Pikotas el cantante principalmente- y los seguidores de toda la vida, pero para los que sólo hemos tenido acceso a esta lectura actual, nos basta y bien de veras.
Avisan desde la portada a los padres que se cuentan verdades en las letras y el CD tiene diseño de tapa de alcantarilla. Y es que si de algo pueden presumir y bien de verás Odio es de haber compuesto crónicas desgarradamente crudas de lo que aquellos años 80 fueron en el País Vasco. Auténticos poetas del asfalto y del barrio gris comienzan con «Fase terminal«, a mi juicio, una de las mejores canciones sobre la adicción a la heroína en los chavales de aquellos años: «Vivir en la calle tu juventud, cuando todo era una mierda todo era full / Salir a la calle sin ilusión, por tus venas corre sangre de revolución / Día tras día sin saber que hacer, te perdiste en el abismo de un gran placer / El placer de una mierda que hoy no quieres ver compartiendo una jeringa te sentiste bien.» A las primeras estrofas seguía la descripción de la decadencia y degradación física del joven al que precisamente dedican «este rock and roll» por su soledad resistiendo a la enfermedad.
Precisan que es un rock and roll lo que tocan. Con temas como éste, Odio, en principio incuestionablemente situados en la trinchera del punk, se acercaba a cronistas con querencias de rock urbano callejero como Barricada, Leño o La Banda Trapera del Río. «Fase terminal» es un ejemplo claro de ello, pero también pueden serlo los resquicios que encuentran las guitarras para ciertos momentos en solitario de temas como «Tortura«, «Revolución«, «La ciudad sin ley» o incluso «Suicida» .
Basta escuchar sin embargo la totalidad de la propia «Suicida» -una auténtica descarga- o «Bomba del tiempo» para comprender a qué palo puede adscribirse el sonido general de la banda. Son por cierto estas dos, canciones que trabajan ideas habituales en un género en el que entran perfectamente historias de individuos que o bien sienten ganas de quitarse de enmedio -veáse si no «El suicida» del «Ellos Dicen Mierda, Nosotros Amén» (Ohiuka, 1990) de La Polla Records– o de explotar llevándose por delante la mayor parte de conciudadanos posible consigo (ejemplo: «Soy una bomba» de Vómito en su disco «Vómito» (Suicidas, 1987) -. Las letras vuelven a apuntar momentos especialmente brillantes en la versión suicida de Odio: «Tu locura coge mucha altura (…) tu cabeza rueda por la vía«.
Puntualizaciones estrictamente musicales aparte, Odio tiene en su haber despiadas postales urbanas como «Estado de excepción» o «La ciudad sin ley«: «Estás en el barrio se oyen sirenas / son de la pasma y es que te avisan / como los perros cuando te ladran / igual que un buitre cuando agonizas«, cantan en la primera -que dedican a las Brigadas Volantes, grupos especializados e la Policía Local que se formaron en los 80 para combatir la delincuencia-; o «Somos las huestes de una ciudad destrozada / donde la ley nunca tuvo orden / y el orden es la lucha cotidiana» en la segunda. Poco futuro pues en las calles.
Los tintes más siniestros los adoptan con pasajes de «Fascistas» y «Cleptomanía«. En la primera llama la atención el comienzo sostenido por la batería primero y el bajo despúes sobre el fondo de feedback creado por la guitarra.
Dosis abrasiva de radicalismo anarquista en su versión más revolucionaria y destructiva en «Revolución» y «Odio» respectivamente.
Aunque puestos a rebuscar en el ideario de la banda, destaca sobre todas un auténtico clásico del repertorio: «27 de septiembre«, alegato dedicado a los últimos fusilamientos del franquismo compuesto sobre la estructura macabra de villancico. Suenan épicas las referencias a las murallas impuestas para arrebatar las libertades de un pueblo y a los ríos de sangre derramados en la lucha contra ello.
El disco incluye también alegatos contra la Iglesia («Dinero del caos«), -probablemente- el Rey Juan Carlos («Pirata legal«) y «1992: Palacios y chabolas«, el escupitajo que como Pitarra compusieron contra la España -y por extensión Europa- del Centenario y los Juegos Olímpicos de Barcelona.
Probablemente algo más que un simple disco. Es todo un historial, el de Odio. Repertorio amargo eso sí, porque así era su música. La banda sonora bastarda de lo que La Polla Records llamó «Nuestra alegre juventud«.