La despedida de La Rosa es un disco regular en el que las atmósferas pierden ese carácter opresivo que las caracterizaba y comienzan a ver la luz al final del túnel. Su sonido pierde la sencillez y con ella la carga emocional y poética de sus composiciones que se suaviza demasiado.
“Un minuto de tu amor” tiene un sonido clásico armado con una instrumentación enriquecida con teclados ágiles y guitarras aguerridas, y “Tras tus pasos” aires glam y soul que no terminan de convencer.
Van dos cortes y la cosa no termina de funcionar, hasta que llega “Gira el mundo” y el cariz de las cosas cambia cuando vuelven con acierto a sus orígenes, al pop de dulces coros y a la sencillez instrumental –como dije en discos anteriores, siempre aparente, que introducen un violonchelo que enriquece lo suyo-. Esto mismo ocurre con “Cuando te hayas ido”, armada con una simple guitarra acústica y la voz de Magín en primer plano –demostrando que donde mejor se mueve es en las distancias cortas-.
La desolación llega con “Querido amigo”, un corte sobre la amistad perdida con tintes acústicos cristalinos y una percusión a base de bongós hindúes. Uno de los momentos más destacables del disco es “El rey del pegamento”, corte que nada tiene que ver con la canción del mismo título de Surfin’ Bichos.
En “En el arco iris” se acercan a la psicodelia y a los ritmos eléctricos y en “Los blues de la callle pop” al hard blues de guitarras afiladas. Magín comenta con respecto a él que “Van Morrison siempre está en mi cabeza, aunque parece que en la de Alberto Gambino no tanto”. Gambino es el productor del álbum.
Cierran sorprendiendo con la ranchera “Maldito viento”, un retrato certero sobre hombres que buscan el olvido en el fondo de un vaso de vino… “se pasaba las noches enteras suspirando a la luz de un farol”.