¿Qué objetivos tiene un artista cuando inicia su carrera? ¿Realmente sabe que los tiene? ¿Hasta qué punto es importante conseguirlo? Supongo que John Waters necesitaba urgentemente provocar al ambiente puritano de Baltimore; Rimbaud quería terminar su obra lo antes posible para dedicarse a vivir (y morir) y, claro, Chuck D formó Public Enemy para destruir la música.
Vaya por delante lo injusto que es comparar a Chuck D con Porta: qué injusto es comparar a Chuck D con cualquiera; qué injusto es comparar a Porta con cualquiera. Pero evidentemente el MC barcelonés tiene sus objetivos y «En Boca de Tantos» (Universal, 2008) es su forma de conseguirlo. Producido por SOMA (en un perfecto ejercicio de coherencia con el producto final) el denominador común es el flow de Porta: acelerado y ahogado, como si se quedase sin resuello. Pero lo malo no es tanto que se quede sin aliento, como un corredor de fondo viejo y con enfisema, sino que se queda sin argumentos, eso si alguna vez tuvo alguno.
«Resurrección» es divertida por eso mismo, porque Porta arranca al estilo Eminem (mal empezamos) contra… ¿quién? ¿Y qué coño nos importa? Nada. Gritando como el rapero rubio de bote llamando a filas a la gente fuera del movimiento hip hop (concretamente a residentes del barrio de Salamanca que ponen las manos en el cielo cuando escuchan «Lose yourself«). Porta da explicaciones que nadie ha pedido. ¿Qué es eso de que no está muerto? ¿Y a mí qué me importa? Se podría decir que fuera de los foros, myspaces, facebooks y demás pérdidas de tiempo consentidas por todos, el fenómeno Porta no tiene sentido. Pero eso no es cierto: el fenómeno Porta no tiene sentido en ningún sitio porque no es un fenómeno. Es otra pérdida de tiempo consentida, como ver Gran Hermano o comer tiza. «En boca de tantos» sigue con estas «excusas no pedidas», ahora en la forma clásica de «soy el mejor en lo que hago» tan propia de los raperos (y que nunca fue tan falsa). «Suben al cielo» usa más samples de piano melodramáticos que no llevan a ningún sitio.
Pasa igual con «Siento luego existo» (sic), uno de los momentos más lamentables de un disco lamentable. El epílogo, (dentro de la tradición de Porta) «Dragon Ball rap» desmiente eso que decía aquel sobre que los raperos españoles no tienen nada interesante que decir. Porta tiene mucho que decir sobre la serie de Akira Toriyama. Bueno, eso si alguien es capaz de entender lo que dice. Pero algo bueno queda de todo esto, y siempre hay que decir algo bueno de todo. Y lo único bueno que sacamos del disco es que, efectivamente, Porta no ha muerto, de lo que nos alegramos aquí.
En definitiva, sí, Porta consigue su objetivo. Su objetivo era salir en todas esas revistas de estupideces consentidas que todos leemos en la peluquería alguna vez.