Tras la buena acogida de “Perdóname” (RCA, 1973) el cantante vio el cielo abierto y cayó en la trampa habitual de quien ha tenido un éxito más o menos importante y debe revalidarlo. Ese error suele ser intentar imitar el anterior producto. El trastazo fue importante: pocas ventas, críticas gélidas y una canción principal que no levanta el vuelo en ningún momento y que carece de ese claroscuro rítmico de “Perdóname”.
La cara B viene ocupada por una balada tirando a tontorrona que hubiera ganado mucho con un acompañamiento de guitarras acústicas, pero a la que alguien se empeñó en encasquetarle una orquesta, que para eso la habían contratado y no era cosa de desperdiciarla.