700.000, 800.000, más de 1.000.000 de copias… lo que sea: un porrón. Un porrón de este «Ella Baila Sola» (Hispavox, 1996) es lo que se vendieron. Demasiadas para un disco adolescente y bastante simplón, con cierto regustillo folk y ecos celta (pero a lo Carlos Núñez) cuyos tema estrella, «Lo echamos a suertes» y «Amores de barra», eran una suerte de «Al Salir de Clase» del pop.
El disco discurre acelerando pero con el freno de mano puesto, con ritmos briosos que, como en «Victoria» -muy Álex & Christina– acaban medio funcionando, pero que en cuanto se les incorpora algun mínimo toque más rockero («Entra») rechinan por completo. Reflejo de este coitus interruptus musical es, sin duda, «Amores de barra», una canción que puede ser hasta simpaticona y resultona, pero que si es la que tiene que definir el sonido y la faceta riot girl del grupo, se queda en nada.
Sucede lo mismo con el halo de trascendentalismo en la incorporación de ciertos temas, digamos, más sociales, como en «Que se te escapa el negro». En esta canción, por ejemplo, no se llega más que a engrosar una larga lista de grupos con canciones bobaliconas sobre negros -en la que ya había algunos como Mecano o Radio Futura– que de una manera sonrojante pretenden tratar la problemática de la xenofobia.
El disco se salva por dos motivos, uno de ellos de bastante peso: el primero, «Cuando los sapos hablen flamenco», posiblemente la única canción en toda la discografía del dúo que logra emocionar (más de lo que muchos grupos indies pueden decir). Una gran canción de desamor, con matices en las voces desnudas, nada sobrecargada, tan sólo arropada por el murmullo de una guitarra. El segundo, el hecho de que en cuanto ofrecen algún detallito distinto, por nimio que sea, éste se acopla bien y acaba resultando simpático, como en «Mujer florero», que resulta hasta divertida con su sonido latino.
Le pena es que ello no sucede muy a menudo, y el 90% de la propuesta se basa, en lo que presuntamente es el sello de la banda, que es cantar a dos voces. Y lo cierto es que a dúo se aguantan una, dos, tres canciones… pero llega un momento en que termina por resultar exasperante, por muy paciente que sea el oyente. Científicamente probado.