Tras tres sencillos consecutivos de la mano de su descubridor y autor de cabecera, Isidro Sánchez, en éste recurren a los servicios del pianista y compositor sevillano Felipe Campuzano. Arena Caliente abandonan la balada ampulosa y recurren a la rumbita desenfadada con “El tren de la felicidad”, apta para el baile discotequero veraniego. Las voces están ya más asentadas y la canción resulta una pachanguita bien arreglada sin más pretensiones de lucir en el escenario lo bien que bailaban y se movían las cuatro ex brujas.
Ritmo verbenero también para “Yo no quiero decirle que sí”, una composición de Rafael Pérez Botija, que entre otros había producido y pertenecido a La Compañía. En él nos parece escuchar a Los Payos en versión femenina.
Este disco fue el principio del fin del grupo desde un punto de vista discográfico, pues vendió menos que los precedentes y Arena Caliente cedía ante el empuje de Las Grecas en su mejor momento y en la misma discográfica que ellas.