El título del debut en solitario de Joaquín Pascual es ante todo una declaración de intenciones. En “El Ritmo de los Acontecimientos” (El Genio Equivocado, 2010) nos presenta diecinueve canciones marcadas por un patrón común: abarcar lo cotidiano, las escenas de un día a día, a veces inquietante y perturbador, y otras veces íntimo y personal. El objetivo es abandonar la competición, las ventas y las grandes expectativas, para centrarse en captar el momento y dejarse llevar por la sencillez -una guitarra y un teclado acompañan su voz- y las primeras tomas. Para su grabación cuenta con su amigo Paco Loco y con Ana Galletero y Muni Camón que aportan coros celestiales.
La sensación de cotidianeidad nos embarga desde el corte inicial: “Todos los días tengo un accidente”. Y es que todos los días suceden cosas, buenas o malas. Algunas terminan convirtiéndose en canción. “Todos los días tengo un accidente y un periodo de recuperación”.
“Viejo cascarrabias” es un medio tiempo con la dosis precisa de humor y “Una pena de camisa” suavidad lo-fi armada con una simple guitarra acústica. Escarbar en la rutina doméstica trae en esta ocasión resultados realmente brillantes. “Descansar” es un ejemplo, una nana minimalista que alcanza la emoción casi sin pretenderlo.
En “Jugando al escondite” las guitarras se enfurecen y la atmósfera se llena de humo, reverb y coros lejanos. Uno de los momentos más intensos del disco llega con “Ella me atropelló”, dejándonos claro que hay acontecimientos en nuestra vida que nos persiguen siempre, al margen del tiempo y la distancia.
También hay tiempo para las reflexiones melancólicas -“Ese día en que todos me quieran a mí” o “Debería estar bien contento”-, para la luminosidad cinematográfica arropada por dulces coros femeninos -“Galán de noche”- y para los destellos de brillantez deslumbrante –“Nos miramos a los ojos”-.
Un gran disco que tiene la virtud de dejar una huella imborrable en el oyente, de alcanzar la emoción con muy pocos recursos.