Chris Blackwell, jefe de Island Records (Cat Stevens, Bob Marley), se fija en ellos, y les permite grabar un disco que les daría una cierta proyección internacional -a nivel minoritario, eso sí-, ya sin el malogrado Alfredo Beristain.
El resultado es un álbum directo y enérgico -la diferencia respecto al anterior es abismal en este punto-, que hace que cambie del todo la percepción de las cosas desde un primer instante en que «Despierta» logra su cometido. Además, los estribillos vuelven a cobrar fuerza, barnizando unas canciones que no son tan lustrosas como en su debut, pero que percuten sin cesar en el oyente hasta abrirse un hueco, fluyendo de manera muy natural y suelta después.
Como novedades, la introducción de ecos latinos, así como la epicidad del rock setentero que envuelve todo el disco.